He conocido varios Carballidos, al primero llegué de la mano orgullosa de Satilda González a las puertas de su departamento frente a Chapultepec, en 1967, al segundo por el montaje del Tangentes sesentaiochonero de mi maestro-hermano Felipe Reyes Palacios, al tercero por obra y gracia de la solidaridad latinoamericanista del funcionario cultural politécnico en los desgraciadamente pocos momentos de Emilio en esa jefatura, al cuarto en otra casa suya, cercana al mismo Chapultepec, durante mi tránsito guerrerense-poblano con dos textos bajo el brazo; y ese cuarto Emilio mostró su capacidad polisémica: el critico que chuleó la historia de Miguel y la tiró a la basura El corazón en la picana, el maestro que me inscribió en su taller de carpintería, el asesor que me llevó a la UAM y a Guillermo Serret que entonces escribía una historia llamada Nueva Dramaturgia Mexicana y, finalmente, al editor de algo mío en nuestra Tramoya y en Editores Mexicanos Unidos de la linda y querida Sonia Miró.

Siete Emilios en mi lista: icono, autor, hombre solidario, crítico, maestro, asesor, editor. Seguramente se podría profundizar con actividades derivadas o paralelas de lo que en la lista se apuntó, pero el número es mágico: siete Carballidos siete, como las décadas cumplidas hasta hoy en su vida; siete Carballidos, como los siete dias de la semana, siete Carballidos siete, como los siete, mares del mundo; siete Carballidos siete, como los siete colores del arcoiris; siete Carballidos siete, como las siete vidas de un gato; siete Carballidos siete, como la suma del 3 divino y el 4 humano; siete Carballidos siete, como los siete pecados capitales... y así como me estacioné en el número siete por mágico, me detengo en los pecados capitales por su vitalidad. Eso es Emilio Carballido, vitalidad multiplicada y polifacética, totalidad de apertura espectral ante cualquier circunstancia en el quehacer cotidiano que se acumula en los calendarios, para ser trascendida por su constancia y su capacidad artística.

Pero si hablo de los pecados capitales y lanzo una definición estoy declarando la cortedad de la misma ¿Cómo podemos describir a un hombre con la complejidad de los siete pecados capitales? Se requeriría para ello a un Dante, especie no susceptible de ser fabricada en ningún taller de carpintería por muy Carballido que lo imparta.

Si de un personaje ricamente complejo se trata debe entenderse que deberá abordarse desde diferentes perspectivas, con distintos horizontes e incluso al abrigo de diversas sensibilidades. ¿Cómo podemos entender al cómplice creativo de Sergio Magaña en los finales de los cuarenta? ¿De qué manera explicarse al alumno de Usigli, que las pocas veces que acudió a su clase se dormía porque el gran maestro le parecía aburrido? ¿Cómo comprender al primer joven dramaturgo que sedujo con su talento a Novo, al grado de impulsar a éste a romper materialmente con su contemporánea generación? ¿Cómo entender mejor esa sociedad preceptiva-magisterial que desde los cincuenta forma con Luisa Josefina Hernández? ¿Cómo concluir que el alumno de Usigli y de Novo sumara a ambos para resultar en una realidad exponencial?
Axiomas, hipótesis, cuestiones a resolver.

Estudiar a Emilio Carballido abarca no sólo la obra literaria del autor. Su influencia en anteriores y posteriores generaciones es indudable. Ya apuntamos sobre Novo, y a ello habría que agregar su trabajo como maestro, junto con Luisa Josefina Hernández, de personajes como Hugo Argüelles y Miguel Sabido, su clásico Teatro joven de México editado por Novaro en los negros años de los setenta, su taller permanente en los setenta y en los ochenta, el impulso a nuevos o desconocidos dramaturgos lo mismo en la edición que en la búsqueda de producciones y el aporte permanente a la cultura teatral nacional con las constantes impresiones de dramaturgia de otras nacionalidades y/o épocas; lo que abre otra línea de trabajo: Carballido como contacto mexicano internacional o generacional de diversas dramaturgias.

Estamos pues ante un autor complejo para el cual el exageradamente utilizado término de maestro, es certero puesto que enseña, selecciona, promueve, investiga, divulga y contacta además de ser, en lo básico, autor. ¿Por dónde hay que abordarlo? Por cualquiera de sus múltiples facetas, pero cuando Serret me propuso imprimir el catálogo de su obra me pareció que estábamos entrando al terreno de lo básico. El catálogo de su obra sería el Catálogo del autor, lo que ha hecho de Emilio Carballido un hombre representativo de nuestra cultura, de la capacidad creativa del tiempo que vivimos y de la identidad característica.

Guillermo Serret estaba proponiéndome una tarea fundamental para el desarrollo de la investigación textual dramática en el país. Hasta ahora ningún dramaturgo mexicano ha sido catalogado en forma individual. Claro que existen varios catálogos generales, entre ellos el famoso y ya clásico Teatro Mexicano del siglo XX, catálogo de obras teatrales, editado por el IMSS a partir del plan general de la maestra Margarita Mendoza López, distribuido alrededor de 1990; pero la tarea académicamente necesaria de catalogar la obra de los autores nacionales trascendentes, es una asignatura pendiente en nuestro país y la iniciativa me pareció estupenda tanto por lo atractivo como por la necesidad del conocimiento y aporte a la compleja y diversa escuela teatral mexicana, así como por la certidumbre de quien la proponía: un hombre de labor teatral de toda la vida, respetado por mi y por supuesto por el mismo maestro autor objeto de las intenciones para trabajar en catálogo; don Guillermo Serret.

Lo primero que se nos ocurrió a ambos fue partir precisamente de la obra del IMSS, tomar de ahí los registros de Carballido, revisarlos y, a partir de ello, abordar la actualización poniéndonos a trabajar directamente en los archivos de Emilio. No fue necesario. Al platicar con el maestro sobre nuestras pretensiones, inmediatamente nos paró en seco. ¿Para qué van hacer eso si Socorro Merlín está procesando el catálogo desde hace tiempo? Y no creo que alguien pueda hacerlo mejor.

Nuevamente como muchas ocasiones antes y, seguramente, varias más en el futuro, la voz de Emilio daba luz sobre nuestras buenas pero desinformadas intenciones. Ni Serret ni Galván, una vez informados por el maestro, insistieron en su intención; no sólo por lo que se les acaba de decir sino por quién era la investigadora que había abordado el trabajo. La propuesta de Socorro Merlín fue asumida al vuelo y nosotros, Guillermo y yo, nos adaptamos convirtiéndonos de proyectados catalogadores en editores del catálogo procesado.

Socorro Merlín es una de las investigadoras de mayor respeto en la actualidad nacional, que de pocos años a la fecha ha transitado de la investigación individual, cual si fuera actividad de iluminados fuera de serie, a la investigación institucional, entendiéndose esto como una labor colectiva, de equipo. Una de las primeras directoras y fundadora del Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli, ahora Nacional, y prominente integrante de la Asociación Mexicana de Investigación Teatral, la candidata a doctora Socorro - cuyo grado que otorgará la Universidad de Perpignan aborda la temática carballidesca desde la plataforma del enamoramiento, de la seducción temática; algo que venía incubándose tal vez desde sus tiempos de adolescente oaxaqueña impactada por la Rosalba y los llaveros, por la interacción provincia-capital; y se acompaña por la paciencia, disciplina y silencio que a la mayoría de los investigadores caracteriza en su trabajo arduo, profundo, largo y apasionante.

El trabajo de la Merlín es una de esas empresas que dejan huella por su trascendencia, que abren grandes puestas señalando rutas a seguir, en resumen, creando escuela. Ella viene laborando en la amplia temática abordada desde hace tiempo (1998). De entonces a este nuevo milenio ha desarrollado minuciosamente un trabajo que sorprende al mismo Carballido, tomando la obra de éste en periodos correspondientes a décadas en la producción de más de cincuenta años de nuestro prolífico autor. Esta edición abarca las dos primeras en la obra del maestro 1946-1967, que se sale un año por el natural ritmo de producción en los tiempos de inicio. Por ello se subtitula volumen 1. ¿Cuántos volúmenes más editaremos y cuándo saldrán a la luz pública? Son respuestas a convenir de acuerdo al avance en la investigación con la propia investigadora.

La metodología utilizada es acorde con el objeto de trabajo y tal vez original para nuestro país, el que por otro lado ya requería de una obra de esa naturaleza. Realizar el catálogo de obra de nuestros clásicos en forma individual es tarea básica de toda cultura teatral literaria. Si nuestra dramaturgia ha pasado en la segunda mitad del siglo xx a conformar una de las tres dramaturgias puntales de habla hispana, es incluso una tarea que se ha postergado en la investigación nacional, pues desde hace tiempo debiera ser trabajo rutinario en nuestra academia. A la pregunta de ¿quién es un autor?, la academia nacional debiera responder con la claridad de la información perfectamente sistematizada sobre la producción artística del aludido. Eso sucede en toda literatura nacional de un país con investigación de nivel básico elemental, y a eso nos lleva la tarea que con la obra de Carballido ha iniciado doña Socorro Merlín. A la pregunta en proceso de respuesta totalizadora de ¿quién es Carballido?, conducirá el tener que responder a ¿quién es Magaña, Luisa Josefina, Ibargüengoitia, Mendoza, Argüelles, Leñero, Santander? y afortunadamente tantas y tantos etcétera que nuestra riqueza dramatúrgica ha señalado con generosidad en nuestra cultura.

Socorro Merlín será señalada la responsable de abrir la corriente de obras de investigación que tarde o temprano se abordarán por la academia nacional de manera natural, porque en los ayeres, el ahora y -tal como lo prometen- los futuros, el crecimiento de las letras teatrales mexicanas continúa constante, pese incluso a la crónica existencia de deslealtades de directores y actores nacionales que insisten en su ignorante postura de desdeñar la dramaturgia que el país produce en grandes cantidades y talentosas calidades. Abundando los ejemplos de textos nacionales inéditos (de Carballido o decenas de autores nacionales más) de superior nivel a las adaptaciones, refundiciones o simples copias de “éxitos” traídos de Broadway u otra geografía.

Para lograr esta edición en tiempos de relevos gubernamentales-y en los que se implica también la certeza esperanzadora de que terminaron setenta años de política cultural tricolor partidiaria y se inicia la política cultural novedosa de la que se desconoce hasta hoy sus alcances, para lo que algunos encienden veladoras rogando que no sea monocrómicamente azul,- no se podía solicitar apoyo económico a los que se iban y aún no sabíamos quiénes estaban por llegar; de modo que cuando el apoyo institucional federal y del Gobierno de la Ciudad de México fue una imposible, decidimos apoyarnos en amigos, colegas y alumnos de Emilio Carballido, en ellos se soporta la mitad de la “energía económica” de esta edición: Alejandro Arra, Víctor Hugo Rascón Banda, Henri Donnadieu, Hugo Salcedo, Ricardo Ramírez Carnero, Andrés Torres, Alejandro Licona y, por supuesto, nuestro coeditor Guillermo Serret son los responsables de que esto pueda salir a la luz ahora. Ellos enriquecen también la dicción con textos introductorios, alusivos a la obra y / o al autor cuya obra catalogada se imprime.

El restante soporte económico, el otro cincuenta por ciento, ha sido aportado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, la que a través de su Centro de Estudios Teatrales inicia una labor editorial que ya se encontraba en proyecto desde hace dos años y que ahora se puede concretar, con evidente buena fortuna por la trascendencia de la obra de investigación presentada. Es importante resaltar el apoyo tanto del señor rector de la BUAP, dr. Enrique Doger Guerrero, como del director de la FF y L, dr. Roberto Hernández Oramas, sin cuyas actitudes de respaldo y entendimiento la presente edición hubiera tenido que esperar seguramente otra ocasión.

Un agradecimiento especial merece el Centro Nacional de Investigación Teatral Rodolfo Usigli, sede y base de trabajo de la maestra Socorro Merlín. La institución intenta cubrir las expectativas potenciales de investigación en nuestro país y gracias a ello proyectos como este pueden avanzar. Por desgracia como la mayoría de los sitios de investigación oficial en la República, carece de presupuestos adecuados, lo cual es lamentable si además la cerrazón de criterio acompañara a los directivos. Por fortuna, no es el caso y el licenciado Omar Valdés, director de CITRU, prestó todas las facilidades para que esta suma de esfuerzos se concretara en la edición presente.

Finalmente como muestra, solamente una pues el espacio y el tiempo no permitieron más, una invitada especial colabora en las presentaciones. La doctora Jacqueline Bixler, de Virginia Tech, es una de las varias y varios estudiosos internacionales sobre Carballido, estudiosos que desde la academia norteamericana, europea y latinoamericana aportan visiones y lecturas múltiples sobre nuestro maestro. Nombres como George Woodyard, Daniel Meyran, Beatriz Rizk y muchos más cabrían perfectamente como presentadores del catálogo de nuestro autor porque es un creador que ha trascendido fronteras y se ha colocado, exclusivamente por el valor de su obra, como un actor internacional. Como Juan Ruiz, y Juana de Asbaje en el siglo XVIII, ninguna referencia al teatro de habla hispana del siglo XX estará completa si no incluye al mexicano de Córdoba, Emilio Carballido, y para prueba de ello vaya el primer volumen del catálogo que de su obra elabora la investigadora Socorro Merlín.

Felipe Galván

La voz de los sueños

Emilio Carballido es una institución en el teatro mexicano. Con esto está dicho todo y quisiera quedarme ahí, aunque no puedo, porque si pretendemos profundizar aparecen las dificultades. Si es una institución entonces no es un personaje común, por tanto se complica notablemente su representación, y de eso se trata en el presente -representar al Maestro quien es una institución nacional-. Las instituciones no son seres reales, habitan entre el imaginario y el poder. La voz de Carballido ha concretado sueños en su obra y ha provocado sueños en espectadores, lectores, hacedores teatrales y otros dramaturgos, lo cual quiérase o no es un poder, ¿cómo representar el poder de una voz tan onírica y promotora de otras voces oníricas?

Menudo problema en el que me ha metido Guillermo Serret invitándome a esta edición homenaje, lo cual por otro lado es un honor: poder participar del homenaje a un personaje del tamaño de Emilio Carballido es una gran deferencia, pese a que se trate de una institución y me meta en problemas, problemas que en todo caso no serán mayores que el gozo de participar en este escribir sobre Carballido, escribir sobre la institución a la que Socorro Merlín le ha sacado todo lo cognoscible, lo ponderable como objeto de estudio, lo lógico y lo que el rigor académico requiere. Dicho en otras palabras, Socorro le ha extraído lo que la razón puede decir sobre el personaje, ¿de qué podemos escribir entonces? pues de la institución, no hay otra.

Emilio Carballido no es un sentimiento, es la posibilidad de abrir infinitos sentimientos al entrar al mundo de su obra; Emilio al ser una institución que se lleva a la representación se concreta en aquello que los autores de los siglos de oro tanto utilizaban: una alegoría.

Estoy seguro que eso es nuestro autor que se puede representar como tal, pero también como maestro, como guía, como hombre generoso que empuja a nuevos valores entre las plumas de la escena nacional, hispanoamericana y del mundo en diferentes confines. Un personaje así va a depender de cómo se le quiera o pueda representar en el hecho teatral efímero. Socorro lo representa con el puntual reporte de todo lo que ha escrito para la escena y fuera de ella, lo representa con este catálogo que inicia seguramente una escuela en la investigación teatral mexicana. Guillermo Serret como una empresa editorial para la cual vale la pena juntar amigos, colegas y socios del creador en catálogo. Otros, incluido yo, pergeñando interpretaciones, formas, sentimientos alrededor de este nuestro hombre puntual en empujar al teatro mexicano por siempre durante toda su existencia que se transformó en institución, de este nuestro hombre de la pluma teatral mexicana que se nos volvió, para satisfacción lúdica de la escena nacional, alegoría.

Quiero agradecer a Guillermo Serret por invitarme a participar, a Socorro Merlín por su invaluable trabajo y, sobre todo, a Emilio Carballido por toda su vida dedicada a que los voraces como yo, podamos encontrar alegorías al alcance de nuestros ojos.

Alejandro Aura

Carballido, el Maestro

Afable casi siempre, iracundo a veces, generoso, apasionado, lleno de vida. El dramaturgo carga en su maleta manuscritos, fotocopias y libros de los nuevos autores desconocidos, incomprendidos y debutantes y los lleva de un lado a otro, de los estados al Distrito Federal, del centro de los estados, y de México al mundo. Luego, cuando estos novísimos autores son conocidos y reconocidos, cuando aprenden a andar solos, Carballido se aparta y desde lejos los mira hacer el teatro, los ve crecer y debate con ellos.

Dramaturgo viajero, está en todas partes. Su energía juvenil, su pasión teatral, su interés por la vida lo vuelve omnipresente. Por allá va, asistiendo a estrenos, recibiendo homenajes y descubriendo vocaciones. Es el más iberoamericano de los dramaturgos porque lo conocen desde Patagonia hasta Los Grandes Lagos, desde el puerto de Cádiz hasta San Juan. Y todos lo sienten suyo y le hablan de tú y se van de farra con él rompiendo brechas generacionales, nacionales, transcontinentales.

Hombre de muchas pasiones. Pasión por la publicación de textos dramáticos porque sabe que santo o texto que no es conocido no es adorado. Pasión por la libertad de creación que lo lleva a levantar la voz cada vez que la monstruosa censura sale de los oscuros sótanos donde habita y muestra su cara. Pasión por el teatro nuestro de cada día, que lo levantó en guerra contra el mito “no hay dramaturgos en México” y al que logró vencer con su frase “si hay y muy buenos, lo que no hay son directores”, pasión por el respeto al derecho de autor que lo hace exigir “paguen lo justo o siquiera avisen para que no se pongan rojos de pena cuando aparezca el dramaturgo”. Activo cada temporada, sorprende con un estreno, popular entre la tropa, aguerrido y sabio, profundo conocedor de los misterios del teatro. Carballido, dramaturgo de otros tiempos, de nuestro tiempo y del tiempo futuro.

Víctor Hugo Rascón Banda

Emilio, un ser humano

Cuando Guillermo Serret me invitó a participar en esta empresa que él y Felipe Galván iniciaran para impulsar la impresión del catálogo de Emilio Carballido, primer volumen, realizado por la maestra Socorro Merlín, debo confesar que me emocioné. ¿Por qué yo? No lo sé, aunque me dijeron que se trataba de invitar a importantes amigos, alumnos o profesionales cercanos a Emilio para homenajearlo con esta edición. No creo ser uno de los más importantes amigos de este hombre tan lleno de famosos amigos en todo el mundo, tampoco ser uno de los mejores alumnos de este maestro de tantos personajes talentosos y como profesional sólo he estado cerca de él en una ocasión en el distante papel de productor, o sea, del hombre frío en la compleja creatividad del proceso teatral. Sin embargo (y por fortuna), sé que eso de la emoción es un asunto de la pasión y no de la razón, y con este argumento como base decidí aceptar.

Emilio Carballido es un personaje del arte y la cultura mexicana, pero antes de eso es una persona de alto nivel humano. Quizá por ello la característica sensibilidad en su trabajo se nota y en su trato se siente, y advierto que lo está escribiendo alguien que fue su productor, quien le manejó el dinero y, por razón natural, quien lo limitó en sus pretensiones de volver el escenario un río de verdad sobre el que navegara un barco de verdad.

Es difícil para un productor el trato con actores, con directores, pero ninguno de ambos son tan complicados como los autores; tal vez porque para éstos el hecho artístico ya está terminando. A veces se exige el trato delicado, contenerse para no provocar la interpretación del atentado contra “mi obra”. Eso no sucede con Carballido, entonces se trata con un espíritu maduro, una personalidad segura, un ser consciente que marcha al logro final, al resultado del que todos dependemos. Un productor como yo, puede acordar con mayor tranquilidad que con actores y director.

Otro aspecto del que he estado cercano es el de la trascendencia internacional del teatro mexicano. En la segunda mitad del siglo XX la dramaturgia del país logra cruzar el Atlántico haciéndose oír en Europa, y en esto quien ha ido por delante abriendo puertas, derribando fronteras y trascendiendo idiomas, ha sido precisamente Emilio Carballido. Pero como eso parece no haber sido suficiente para él, se ha convertido en el principal promotor de sus colegas y compatriotas. Jóvenes de nuevas generaciones y compañeros de la suya han llegado al Viejo Mundo por instancias del maestro. Varios de los autores que han pisado editorial o escénicamente Francia, España y otros países de ese mundo no lo hubieran hecho a no ser por Carballido y su generoso trabajo.

Si hablara de otros aspectos podría decir muchas más cosas positivas de Emilio, pero vayan sólo las anteriores de quien tuvo la fortuna de cruzarse con él una vez como productor y varias, y espero que más, como contacto cultural de este rico y bello México de Carballido con parte del Viejo Continente, que sabe que puede rejuvenecer escuchando voces como las que el maestro pone y ha puesto allá.

Henri Donnadieu.

Amigo Emilio, Maestro Carballido

Si algún nombre, alguna dedicatoria debiera aparecer al inicio de mis textos para teatro en virtud del incondicional apoyo y cariño con que han sido leídos, comentados, prolongados y hasta publicados, éste apelativo sería sin duda el del maestro Emilio Carballido.

Las piezas de quien esto escribe deben -y tanto- a la influencia de su magna e imprescindible obra, que sirve como piedra cimiento para entender uno de los rumbos que durante los últimos cincuenta años ha tenido lugar en la dramaturgia mexicana y de otros países que se expresan en nuestro idioma.

Muchas páginas podrían escribirse para detallar gestos de amabilidad y valiosas sugerencias no solamente para llevar a cabo la ficción dramática, sino también para encauzar el rumbo de la vida misma que he intentado llevar en este tránsito de existencia. Valga solamente el efecto manifestado a mi obra y persona desde 1986, fecha de mi “nacimiento nacional” y del venturoso primer contacto, luego del importante premio que otorgara la Universidad Nacional para San Juan De Dios. Desde entonces muchos han sido los encuentros (nunca suficientes), las animadas conversaciones y los breves, pero en verdad definitorios, viajes compartidos en los que hemos llegado a coincidir.

¡Gracias amigo Emilio! ¡Gracias maestro Carballido! Mis obras todas van configuradas bajo ese semblante inteligente y sereno que te caracteriza. Si de algo vale mi trabajo redactado para la escena, esto se debe a tu feliz estancia y concordancia en esta Tierra. Muchos autores -de mi generación y de las otras- estamos siempre agradecidos.

Considero un regalo a Dionisios conocerte. Soy una persona afortunada.

Hugo Salcedo

Escrito en el cuerpo de la noche

En la antigua filosofía budista india existe un concepto llamado Samadhi, que se refiere a un nivel profundo de concentración, que en apariencia es bastante simple: cuando se lee un libro simplemente hay que concentrarse en leer ese libro; cuando uno prepara los alimentos, sólo hay que concentrarse en preparar los alimentos. Para poder entrar en nivel Samadhi es necesario concentrase plenamente en lo que se está haciendo, no importa lo sencillo o lo simple de nuestras acciones, éstas tienen que estar cubiertas de la sensación de que lo que se hace contiene toda la energía del universo. Concentrarse plenamente en lo que se hace nos permite percibir la existencia de algo más que nuestra energía personal, y que en su virtud nos permite existir en dos niveles, por ejemplo: cuando se concentra uno en la lectura, solamente en eso, se puede ser capaz también de percibir todo lo que nos rodea sin perturbar al mismo tiempo la percepción de la lectura. El estado Samadhi es difícil de entender cuando, paradójicamente, nuestra atención acostumbrada a una multiplicidad de tareas nos aleja de esa percepción profunda, que no tiene nada que ver con este mundo virtual no tan nuevo; percepción profunda que en su pureza contemplativa es fuente de sabiduría para quien lo alcanza.

Es asunto conocido que el maestro escribe por la noche. En el cuerpo de la noche la concentración del maestro ha alcanzado el nivel Samadhi y no me refiero en particular a un recuerdo entrañable que llenó de estrellas el teatro Juan Ruíz de Alarcón, me refiero a una acción simple: escribir y escribir en la noche. Así es, en el cuerpo de la noche el maestro ha escrito y escribe con toda la fuerza que le puede brindar el universo mismo. La noche con todos sus misterios son el reino en que la concentración del maestro, que en forma de gato, nictálope, chisporrotea en las palabras jugando sabiamente con ellas. “Escrito en el cuerpo de la noche” bien podría ser el subtitulo de todas sus obras, aunque sólo una de ellas lleve ese nombre.

Escribir una obra de teatro no es una elección arbitraria, es una cuestión de método y estilo y la prueba final de esto es la actitud siempre determinada del maestro por construir -como principio de todo escrito- una estructura dramática, lo suficientemente sólida como para entretejer una trama llena de sorpresas donde la aparición de las palabras, palabras genuinamente vivas, permitieran a su vez la aparición de personajes y situaciones imposibles de estereotipo o confusión. De su máquina brotan mil maravillas con el fin de que sigan su destino final: ser representadas en nuestros escenarios. Con ese propósito fueron creadas y su vez llevan un destinatario: el espectador.

Para Carballido el espectador es su principal interlocutor y sabe muy bien como dirigirse a él por medio de sus personajes y hace hablar a sus personajes de manera directa en un acto de compresión tácita, donde no hay otra posibilidad que una profunda empatía. Comunión que rezuma en la piel en un acto de rebeldía ante el conflicto.

El impulso vital que contienen sus obras convierte al Maestro en ese joven nictálope que ha sabido imprimir una poderosa dinámica a los escenarios, que al margen de toda especulación lo sitúa en ese lugar preponderante que, en particular como mexicano, me llena de orgullo.

Ricardo Ramírez Carnero

Toda mi gratitud y amistad

Es un privilegio tener la oportunidad de colaborar en la edición del presente libro que difundirá la obra que con el talento y dedicación ha sabido recrear, en el escenario, la realidad mexicana de nuestro tiempo. Que esto sirva como un testimonio de amistad y gratitud a mi maestro Emilio Carballido.

Andrés Torres
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Al Maestro con cariño

Como naúfrago en isla desierta, así me siento escribiendo estas líneas. Quiero decir tantas cosas pero no caben en la estrecha botella donde ha de enviarse el mensaje. “Se breve me dijeron, sólo una cuartilla”, pero, ¿cómo resumir casi treinta años de conocer a este leviatan de la dramaturgia nacional? Imposible. ¡Hablar de sus textos? Todos los conocemos. Sus obras por sí solas hablan de un talento fuera de serie.

Diré dos palabras (lugar común en todos los discursos). ¿Qué les parece cabrón y brillante? Ese es Emilio, Forjador de dramaturgos y alentar de soñadores. Siempre radical, nunca mediano. Hombre de grandes afectos y grandes rencores. Vital como sus obras de teatro. Acariciador de gatos y fustigador de mediocres (sí, de talento y quereres). Viajero incansable, director de teatro, funcionario, guionista de cine y de televisión, narrador, editor, rescatador de autores olvidados, devorador de libros y hallador de jóvenes promesas. Ha hecho de esta fiebre llamada en vida (hermosa frase de Edgar Allan Poe) no una fiebre sino un calenturón de reserva (esto último dicho sin la menor sombra de albur. Para nada).

¿Te acuerdas Emilio, de aquella velada en casa de los Enriques? Uta, nos pusimos hasta la madre y tú te ofreciste a darnos aventón. ¿Cómo se metieron ocho personas en Bautista, tu vocho del año -del año de la cachetada-? Aún no lo sé, pero fuimos haciendo eses por las calles de la ciudad hasta que nos pasamos el alto y cruzamos sin precaución el circuito interior. Se oyeron claxonazos. Mentadas de madre. Varios autos se amarraron con espantosos rechinidos de llanta y nos esquivaron. Cruzamos milagrosamente. Todos temblábamos. Este es un aviso del cielo, dijiste pálido y a partir de ese momento condujiste lentamente. Al llegar a una esquina, pasa un carro sin luces y a gran velocidad, conducido por otro mas ebrio que nosotros y dejó al pobre Bautista como chile pasilla, todo arrugado. ¿El agresor? Ni se detuvo el infeliz. Nos bajamos adoloridos y temblorosos. Vimos los daños y recuerdo que dijiste: “ Hay que echarnos una copa para el susto”. y la seguimos en tu casa. Esta anécdota aparentemente inocua habla de un modo de ver y de vivir la vida, ¿o no, Emilio?

Monumento vivo.
Emilio Carballido es desde hace varios años el dramaturgo mexicano, así en singular, afirmación que no deja dudas por su trabajo que no ha parado, su generosidad y, sobre todo, su talento.

Lo primero pudiera parecer algo que poseen muchos, cualquier ser humano trabaja desde que su circunstancia se lo exige y no deja de trabajar hasta que su propia naturaleza se lo permita, pero en el caso de la escritura teatral (como en el caso de cualquier manifestación artística) el no parar nunca a partir de que se inicia es una virtud. Desde 1946 cuando escribe su primera obra teatral hasta el presente fin de año 2000 en que escribe su más reciente texto, Emilio no abandona la pluma o la máquina para estar constantemente en el trabajo práctico del escritor. Si acaso descansa del teatro para escribir una novela, guión de cine, un ensayo o una presentación más de su histórica Tramoya.

Pero debe decirse que no sólo lo marca la escritura de todos los días en ya cincuenta y cuatro años de autor, como sucede con algunos que confunden cantidad con calidad, también el nivel artístico de lo que produce se mantiene a igual nivel o en franco ascenso. Junto a ello la generosidad de su enseñanza y los impulsos a otros autores ha sido enorme, lo cual lo ubica en un lugar especial. Emilio es el dramaturgo y el maestro de los dramaturgos.

En cuanto a su talento pareciera que se ha dicho todo sobre lo importante de su obra en la lectura mexicana, ¿qué más se puede decir sobre lo que significó y significa Rosalba y los llaveros? Y entonces aparece Te juro Juana..., Un pequeño día de ira, Medusa, Fotografía en la playa, Rosa de dos aromas, Escrito en el Cuerpo..., Zorros Chinos o tantas y tantas sorpresas que durante todo este tiempo nos ha deparado.

Emilio Carballido es un monumento en la vida artística mexicana, pero no un monumento de piedra, no un monolito; él es un monumento vivo relacionado con el público, con los asistentes al teatro mexicano que han visto su realidad, sus sueños, sus poesías íntimas en la escena firmadas por Emilio. Y como todo autor serio que marca su tiempo y su gente, entiende y nos hace entender que más importante que él, más importante que Emilio Carballido es la obra de Emilio Carballido. Esa es la razón que da forma al presente trabajo editorial.

Cuando comenté con Felipe Galván la idea de realizar el Catálogo de Emilio Carballido supe que estaba en lo correcto por la respuesta entusiasta de quien es uno de los alumnos que más cariño y respeto le profesa al maestro. Pensábamos arrancar del Catálogo del IMSS que iniciara la maestra Margarita Mendoza López, pero fue el mismo Felipe, después de reflexionar en voz alta con su maestro, quien me comunicó la existencia de esta joya de investigación que desde hace tiempo viene realizando Socorro Merlín. Ambos tomamos la decisión y le solicitamos su anuencia. La respuesta fue digna de la grandeza de una de nuestras investigadoras teatrales de mayor importancia. Con entusiasmo, con amor a su obra y a su objeto de estudio, accedió de maravilla.

Y aquí estamos presentando una obra que seguramente va a dejar huella, el primer Catálogo en proceso de autor teatral mexicano vivo realizado como necesidad madura de registro académico con una metodología que marca, que señala, que hace escuela. Gracias a la brillante vida creativa de Emilio Carballido y gracias al rigor amoroso de la gran investigadora Socorro Merlín.

Guillermo Serret

Las muchas caras dramáticas de Emilio Carballido

Durante los últimos cincuenta años, Emilio Carballido ha viajado mucho por el mundo teatral tanto como por el geográfico. Usando la obra Orinoco como punto de partida, Priscila Meléndez ha dicho que el viaje a la deriva de Mina y Fifí por el río Orinoco no es sólo una alegoría de nuestro viaje por la vida, sino también “una alegoría de la construcción dramática, cuya complicada peripecia y larga travesía nos remiten a la producción teatral del propio Carballido” (6). Los puertos en que Carballido ha atracado han sido distintos géneros dramáticos: la comedia, tragicomedia, la farsa, y el drama histórico y el teatro popular, entre otros. Ha visitado estos lugares no sólo una vez sino con frecuencia, pero cada visita ha producido resultados un poco diferentes. Creador de más de cien obras dramáticas, Carballido es un autor juguetón y a veces caprichoso, pero siempre consciente de la necesidad de ajustar la forma dramática al mensaje y a los temas que desea comunicar a su público. Esta conciencia formal explica en parte la tremenda variedad que se encuentra en su dramaturgia, desde la fantasía macabra de El lugar y la hora hasta el realismo provincial de La danza que sueña la tortuga, y desde la farsa desenfrenada de Te juro, Juana, que tengo ganas hasta la tragedia pesimista de Conversación entre las ruinas. Un verdadero camaleón teatral, Carballido no deja de probarse nuevos estilos dramáticos.

A pesar de la producción prolífica y de la enorme influencia que Carballido ha tenido en las generaciones posteriores de dramaturgos, sólo se han publicado dos libros sobre su teatro: el de Mary Vázquez-Amaral en 1965 y el de Margaret Peden en 1980. ¿Cómo se explica este silencio crítico? Para comenzar, hay que pensar en las palabras de Frank Dauster, quien dice que Emilio Carballido resiste de manera notoria la clasificación; sus obras son complicadas y a veces difíciles de comprender. Es cierto que Carballido tiene la costumbre enloquecedora de combinar formas, técnicas y tonos incongruentes, lo cual hace difícil, si no imposible, la clasificación de sus obras. Sin embargo, el estudio de su teatro a base de los géneros dramáticos revela que hay algunos géneros a los cuales Carballido ha recurrido repetidamente en este viaje de medio siglo. Por ejemplo, durante cada década ha escrito por lo menos una obra histórica, como Almanaque de Juárez, José Guadalupe, El álbum de María Ignacia y Vicente y Ramona. En vez de distintos periodos en su carrera dramática, se ve más bien un patrón espiral en el que Carballido regresa a las mismas formas. En una entrevista con Tomás Espinosa, Carballido describe su producción dramática como una mezcla de espiral y péndulo: “Si veo lo que hago, pues digo que tengo una especie de péndulo espiral en que voy de cierto modo de hacer otras”. Mientras la imagen del péndulo capta bien su vaivén entre distintas formas dramáticas, la del espiral refleja el espíritu innovador de su teatro. El movimiento espiral también subraya el paralelo entre la configuración cambiante de las formas dramáticas y la rápida transformación de la realidad sociopolítica a la cual responden sus obras. Como explica el teórico Harry Levin, “Los géneros sobreviven por responder a las mismas condiciones que los renuevan”. Tal como los géneros, el teatro de Carballido se ha adaptado y cambiado con el tiempo para responder a su realidad inmediata.
A lo largo de esta odisea espiral por el mundo teatral, Carballido regresa periódicamente a ciertas formas dramáticas para expresar sus preocupaciones más constantes. De vez en cuando visita la comedia, por ejemplo, para proponer la liberación de la mujer. Hace paradas en el drama histórico y el teatro popular para preservar los mitos y la cultura popular. Recurre a la farsa y la tragicomedia para exponer la corrupción de las instituciones y las autoridades. Y finalmente, viaja al mundo de lo fantástico, en donde muestra la capacidad de la imaginación humana para transformar y trascender sus circunstancias limitadas y opresivas.

Sin saberlo, Carballido mismo ha inspirado este acercamiento genérico con su costumbre curiosa de subtitular sus obras. Algunos de los subtítulos son específicos, como tragicomedia en el caso de Medusa y farsa en El día que se soltaron los leones, mientras que otros se abren diversas interpretaciones, como el subtítulo pieza en tres actos de Las estatuas de marfil. Hay que reconocer, sin embargo, que la clasificación genérica trae ciertos problemas. En primer lugar, el género dramático en sí es un concepto escurridizo, ya que para cada forma hay definiciones múltiples y a veces hasta contradictorias. Ha habido, por ejemplo, bastante debate sobre la farsa y sus objetivos. Para complicar aún más las cosas, los distintos géneros a veces se transplantan, lo cual impide que se consideren como categorías mutuamente exclusivas. Dada la complejidad del teatro de Carballido y su gusto por la incongruencia no es nada sorprendente que muchas de sus obras se desborden a otras categorías genéricas. Tiempo de ladrones, por ejemplo, se puede entender como parte del ciclo histórico o como obra de índole popular. Así que la categorización de su teatro a base del género dramático nada más ofrece una perspectiva diferente y flexible de su producción, una perspectiva que subraya a la vez la variedad y la continuidad de su teatro.

En cuanto a la comedia, hay tres obras (Rosalba y los llaveros, La danza que sueña la tortuga y Rosa de dos aromas) que representan la evolución dramática de Carballido desde el realismo provincial de Rosalba hasta la comedia moderna y depurada de Rosa. A través de los años Carballido se ha aprovechado del movimiento convencional de la comedia, desde la opresión hasta la libertad, para retratar los esfuerzos por liberar física y verbalmente a la mujer de una cultura rigurosamente patriarcal. Todas sus comedias son protagonizadas por mujeres fuertes e independentistas que intentan determinar y dirigir su propio destino.

Durante los años sesenta, cuando México supuestamente está modernizándose, Carballido recurre repetidamente a la farsa, con la cual combina lo cómico y lo patético a la vez que expone de manera mordaz la realidad lo cómico y lo patético a la vez que expone de manera mordaz la realidad sociopolítica de su país. Hay cuatro obras de los 60 que llevan el subtítulo farsa: El día que se soltaron los leones, Acapulco, los lunes, ¡Silencio, pollos pelones! y Te juro, Juana, que tengo ganas. A pesar de los subtítulos, la única obra que cabe cómodamente dentro del molde tradicional de la farsa es Te juro, Juana. En las otras piezas Carballido añade a las convenciones de la farsa un propósito serio, preocupaciones sociopolíticas y trasfondos sombríos. Ya que la farsa no se asocia normalmente con la expresión de serios problemas sociales, le ha servido a Carballido como una fachada muy eficaz, detrás de la cual ha podido burlarse de las instituciones de su país, como de la educación en Te juro, el ejército en Leones, la burocracia estatal en Pollos pelones, y el supuesto milagro económico mexicano en Acapulco, los lunes.

Debido a su conocido gusto por la incongruencia, Carballido ha atracado varias veces en ese puerto ambivalente y gris que se ha llegado conocer como la tragicomedia. Esta cara medio seria de Carballido es la que menos atención crítica ha recibido, quizás por que son estas las obras en que hay más contradicciones de tono, tema y objetivo. En Medusa y Teseo, Carballido ofrece una combinación incongruente de filosofía existencialista, mitología clásica y banalidad. Felicidad y Las estatuas de marfil comparten un tono amargo y una fidelidad a las convenciones sobrias del teatro realista tradicional. En cambio, Un vals sin fin sobre el planeta y Fotografía en la playa constituyen una desviación radical del drama tradicional y un paso significativo hacia la completa integración de forma y contenido. Aunque estas seis tragicomedias ofrecen una gran variedad estructural, temática y humana, todas comparten un tono agridulce que comunica lo cómico tanto como lo patético de la vida diaria.

Seguimos este viaje espiral con tres obras que contienen los requisitos de la literatura de lo fantástico tal como la define Tzvetan Todorov. En La hebra de oro, Las cartas de Mozart y Orinoco, Carballido no sólo combina niveles de la realidad e irrealidad sino que también los funde hasta que no se pueden distinguir el uno del otro. Ofrece una experiencia verdaderamente fantástica a través de protagonistas de identidad y origen desconocidos. El hombre de Caftán, El Joven/Mozart y Fifí son seres enigmáticos y poderosos que comunican la fe del dramaturgo en las energías creativas del individuo para determinar su propio destino.

Uno de los géneros mas visitados por Carballido es el drama histórico. Entre sus muchas obras basadas en la historia mexicana se encuentran piezas protagonizadas por Chucho el Roto, la Güera Rodríguez, Maximiliano y Sor Juana Inés de la Cruz. En un sentido, estas piezas, que representan cuatro décadas de dramaturgia, constituyen su mayor contribución a un país obsesionado con su propia historia. En particular, Carballido recurre a la historia del siglo XIX, la de Hidalgo, Juárez, Posada y otros para iluminar los problemas actuales y para preservar la historia, la mitología y las tradiciones teatrales mexicanas. Transgrede repetidamente los parámetros del drama histórico para producir obras extravagantes e imaginativas que se ocupan más del teatro, el mito y el arte que de los datos históricos. A pesar del abandono artístico con el que Carballido trata estos temas históricos, logra comunicar en cada pieza un sentido de continuidad histórica, un flujo constante entre pasado y presente que presta cierta trascendencia a obras bien arraigadas en la historia nacional.

Sus paradas en el teatro popular revelan un lado menos conocido pero igualmente importante, como un autor de profundas convicciones morales y fuerte compromiso. Sus obras más populares, a mi modo de ver, son El relojero de Córdoba, Un pequeño día de ira y Ceremonia en el templo del tigre. Aunque estas tres piezas son muy diferentes entre sí, comparten los ingredientes principales del teatro popular: la crítica social, un contexto cultural, y un punto de vista que apoya la lucha social. El relojero ofrece una extraña mezcla de comicidad, metaficción y represión colonial, mientras que el carácter popular de Pequeño día y Ceremonia se observa en la estructura narrativa, la representación profética de sublevaciones masivas y los ataques contra una estructura económica colonial que aún perdura a pesar de la supuesta independencia de México.

Desde los años cincuenta, Carballido ha hecho este viaje espiral, regresando con frecuencia a ciertas formas dramáticas para experimentar con ellas y así extender sus límites convencionales. Sus obras se han hecho más originales y a la vez más complejas a medida que el autor se ha alejado de las estructuras y técnicas tradicionales para llegar a la fragmentación, la condensación y la ambigüedad que encontramos en obras como Rosa de dos aromas, Orinoco y Fotografía en la playa. Aunque está claro que Carballido seguirá haciendo este recorrido por lugares más o menos conocidos, es imposible saber qué traerá el futuro. Como dice Meléndez, este viaje de Carballido es un viaje de exploración y síntesis, a veces sin rumbo, a través de la creación dramática. En la última escena de Escrito en el cuerpo de la noche, Isabel bien podría estar hablando por Carballido cuando se maravilla de los demás pasajeros, quienes parecen juzgarla, cuando en realidad saben tan poco de su propio destino como ella sabe del suyo:

Y toda esta gente nos está viendo. Y juzgándonos. Todos esperando sus camiones, ahí sentados para que los lleven ¿adónde? ¿Adónde creen que van? ¿Por qué se creen nuestros jueces? ¡ustedes tampoco tienen rumbo claro ni saben adónde van, ni de dónde vienen!

Mientras nosotros los críticos esperamos nuestro próximo viaje con Carballido, sabemos tan poco del rumbo que tomará su teatro como sabemos del rumbo que seguirá nuestras vidas.

Carballido es un dramaturgo hiperactivo, travieso y transgresor. Los tonos contradictorios, formas incongruentes y mensajes enigmáticos de su teatro seguirán resistiendo nuestro afán académico de categorizarlo. Aunque la expresión Yo también hablo de la rosa ha llegado a ser un cliché en los estudios críticos de Carballido, me siento obligada a repetirla. A fin de cuentas, cada obra de Carballido no es nada más que un pétalo en esa famosa rosa, ese símbolo cuya mltivalencia capta no sólo la complejidad de la obra a la que se refiere sino también la complejidad de su teatro. Nadie, excepto quizás los profesores pretenciosos y ridículos, se atreverían a pretender comprender por completo una producción dramática que abarca tantas décadas y tantas formas teatrales.

El metahistoriador Hayden White afirma que el comienzo de todo entendimiento es la clasificación. Hay que hacer hincapié en la palabra comienzo, ya que al fin y al cabo los distintos géneros son simplemente etiquetas que nos ayudan a comenzar a entender el teatro de Carballido. Esta rápida gira por los géneros dramáticos representa sólo un comienzo de los muchos comienzos posibles en el viaje hacia la comprensión total de una producción prolífica, rica y compleja.

Jacqueline E. Bixler