NOVELA
1968-1978
O.I.
1
TÍTULO ORIGINAL: El tren que corría.
TÍTULO EN OTRO IDIOMA:
FECHA DE CREACIÓN: octubre de 1977/16 de agosto de 1982.
LUGAR Y FECHA DE PUBLICACIÓN: México D.F., 1984, primera
edición y 1992, primera reimpresión.
EDITORIAL: Fondo de Cultura Económica.
RESUMEN:
La novela está dividida en once partes:
I. Cinco maneras de perder el tren, II. Una manera de alcanzar el tren,
III. Puente de Vigas-Lechería-Querétaro, IV. Aún
Lechería-Querétaro, V. Querétaro, VI. Las cosas pasan
por algo, VII. Ruta, VIII. Meta. O casi, IX. A Saltillo y después,
X. Ahora sí, la meta, XI. El tren que corría...
I.
Cinco maneras de perder el tren.
En la estación de ferrocarril hay tres relojes. Los tres marcan
horas diferentes. El del andén está más adelantado
que el del vestíbulo y el más atrasado es el del restorán.
La gente sale y entra a la estación, nerviosa, con prisa, maletas
y bultos. Faltan 27 para las seis en el reloj del vestíbulo.
Afuera un taxi está estacionado. Adentro se encuentran el chofer
y su hermana, mujer madura y fea que resalta su fealdad por la forma en
que se pinta. Él la manda a su casa y ella lloriquea, no quiere
irse, quiere vivir su vida. El hermano, enojado, la deja allí y
entra a la estación.
En el restorán están dos amigas despidiéndose, una
le augura a la que llama Chela que le va a ir muy bien en Monterrey con
el novio que encontró por correspondencia. Chela le escribió
que es joven y estudió para contadora; las dos cosas son mentira,
y ella espera que el novio no haya hecho otro tanto y le resulte un viejecito.
La amiga la anima.
Por la estación entra un grupo que manifiesta su adhesión
a Camilo Ruiz Septién, regiomontano que se lanza para gobernador
de Monterrey y dice discursos. Se produce toda la parafernalia de los
actos políticos con acarreados. También van a abordar el
tren una maestra que es despedida por sus alumnos con grandes muestras
de afecto, y esperan a un fotógrafo para captar al grupo; una anciana
con su nieto con un gran maletón y bultos que llega muy de prisa
para no perder el tren, sus bultos pesan mucho y decide llamar a un cargador,
pero éste es pesado y lento; y un joven vestido de gris que llega
apresurado con sus maletas. Al político se le ocurre que quiere
un Alka Seltzer y un ayudante corre a buscarlo.
En el atropello de los que se van y los que despiden a los viajeros, el
andén es un mar de gente. Los mencionados se entremezclan, hacen
cola, gritan, se lanzan en la carrera de los minutos y los segundos que
faltan para que salga el tren. La maestra Nora, distraída por el
fotógrafo; el licenciado Ramón que ha ido por el antiácido;
el joven de gris que llega corriendo; la abuela que arriba tarde, y Chela,
que se confió al reloj del restorán, todos pierden el tren,
después de haber sufrido algunos de ellos golpes al caer del tren,
enredo con los que corren y sofocos. Todos ven alejarse la máquina,
que se desplaza sin contratiempos.
II. Una manera de alcanzar el tren.
En total son cinco los que perdieron el tren. El chofer aparece y a cada
uno le propone llevarlo para alcanzarlo, supuestamente en la estación
de Lechería. Todos aceptan; desolados, no tienen otro remedio.
Suben al coche destartalado de modelo atrasado llamado “Ya Bas”,
las mujeres atrás y los hombres adelante. El chofer arranca y avanza
a una velocidad cada vez mayor. Todos se dan cuenta de que el chofer está
en la estación para ganar dinero con los despistados que pierden
el tren. Se conforman y esperan alcanzarlo en Puente de Vigas, antes de
Lechería, pero un semáforo los retarda y el tren se va.
Todos opinan, se agitan, cruzan palabras, el chofer acelera su vehículo;
de pronto, da un frenazo y el asiento de adelante, que se detiene por
una tranca, se desbalancea y los pasajeros caen para atrás; una
vez repuestos, inician otra vez la carrera.
III. Puente de Vigas-Lechería-Querétaro.
Con el coche en carrera, los viajeros deciden presentarse. El licenciado
se llama Ramón Ruiz Romano; el de gris, Gilberto Alcalde; la anciana,
Leocadia Zanabria; la maestra es actriz, se llama Nora del Real; y Chela,
Consuelo Ceja. El coche entra a la supercarretera, esquiva coches y al
llegar a Lechería se encuentra con obstáculos que le impiden
llegar a tiempo, calles cerradas, sentido contrario, zanjas, etc. El chofer
se pierde y cuando llegan a Lechería, el tren está saliendo;
jura que lo alcanzarán en Querétaro. Están desalentados,
le preguntan cuánto les cobrará y dice que 350 pesos a cada
uno. Todos ponen el grito en el cielo, no están de acuerdo y pretenden
bajarse; luego se dan cuenta de que allí no pueden hacer nada y
regresan, comienza a anochecer y está lloviznando. Entre todos
juntan dinero y llegan a la suma de 1500 pesos; no darán más.
Cambian de lugar: Chela pasa adelante, entre el chofer y Ramón.
IV. Aún Lechería y Querétaro.
En la carretera hay mucho tráfico, el chofer aprovecha cada tramo
libre, de pronto chocan con un Galaxy. El chofer comienza a negociar;
de pronto arranca su vehículo y sale por la desviación.
El Galaxy no los alcanza, pero se han metido en complicaciones. Se encuentran
corrientes crecidas y rebaños que les impiden pasar. Hacen a un
lado a los borregos y pasan, se han desviado y no encuentran el camino.
De lejos ven la carretera libre, van dando tumbos. De repente avistan
el tren y parece que lo rebasan; al llegar se encuentran con una manifestación
que va a recibir al candidato a gobernador de Monterrey que va en el tren,
el jefe de Ramón. Éste se emociona porque lleva el discurso
que su jefe pronunciará allí. No pueden pasar en coche,
sacan sus maletas y se van caminando. A pesar de su prisa, son arrollados
por un río de gente. Por fin llegan a la estación; el tren
se ha ido.
V. Querétaro.
Desilusionados, molestos, frustrados, dicen que no le pagarán al
chofer que no supo alcanzar al tren. La abuela le da los 100 pesos que
puso para alcanzar el total. Con este ejemplo todos le dan su parte, menos
Ramón; ya verán cómo se van de Querétaro.
El chofer, emocionado por este gesto, decide llevarlos hasta Monterrey,
menos a Ramón, a menos que le dé 3000 pesos. El chofer le
dice que los ponga de los gastos de campaña que seguramente lleva.
Ramón por fin accede a dárselos. Repentinamente todos están
de buen humor. Se encuentran con un agente de tránsito que les
reclama la forma de estacionar el coche con las puertas y la cajuela abierta.
Ramón se hace cargo de la situación y la saca adelante diciendo
al agente que son de la avanzada del candidato. Se suben de mejor humor
y todos cantan. Hasta este momento conocen el nombre del chofer: Damián
Avelar. Cargan gasolina y siguen su camino, con menos presión que
antes.
VI. Las cosas pasan por algo.
El chofer se ha vuelto más parlanchín, cuenta historias
sobre la adquisición de sus coches, de cuando se casó a
los 17 años por primera vez y la segunda, que lo traicionó
la mujer. Cada uno habla sobre sí. Ramón, de su vida política
al lado del candidato y casi hace un discurso para aludir a los jefes
del partido revolucionario y a la epopeya de 1910. Nora explica que la
epopeya es como Medea y cuenta la historia de Jasón en una larga
perorata teatral. Todos aplauden.
VII. Ruta.
La ruta es una carretera larga, poco transitada, con un paisaje desolado
bañado por la luna; se describe todo lo que al paso de “Ya
Bas” encuentran los viajeros adormilados.
VIII. Meta. O casi.
Los viajeros llegan a San Luis Potosí. El chofer enfila su automóvil
hacia la estación y dice a los viajeros si van a preguntar por
su tren. Todos reaccionan, se bajan y preguntan. Faltan dos horas para
que llegue. Están un poco desconcertados. El chofer los ve tan
amolados, que los invita a cenar. Van a un restorancito donde la abuela
saca de su caja un botellón de mezcal minero de Oaxaca; todos brindan
por su arribo a Monterrey. Beben, la abuela está más parlanchina,
filosofa sobre la idea que cada quién se hace sobre la falta que
hace en el mundo, pero en realidad, nadie le hace falta a nadie. Comen
y beben a gusto. Después ruedan hacia la estación cuando
de pronto, un agente de tránsito los detiene por haberse pasado
tres altos. Negocian con él pero no quiere dejarlos ir. De pronto
la abuela dice que tiene ganas de orinar, se baja y regresa acomodándose
las enaguas, mientras el agente le indica al chofer que avance despacio
delante de la patrulla hacia la delegación. La vieja le dice que
corra porque le puso las botellas de cerveza entre las llantas y las picó
con un cuchillo. Salen despavoridos y se alejan de la estación,
pues todas las patrullas están allí esperándolos.
El coche se enfila hacia Monterrey.
IX. A Saltillo y después.
Al no haber otro remedio se dirigen a Saltillo, bebiendo del garrafón
de mezcal. La vieja Leocadia ya está ebria y en su borrachera dice
cosas verdaderas, pero fuertes. Por fin se duerme. Chela les muestra la
fotografía de su novio, cuenta que es muy sensible y que lo conoció
por carta. A Nora se le hace raro que siendo guapo y rico haya buscado
novia en México y por carta. Gilberto aprovecha para abrazar a
Nora y meterle mano. Damián, el chofer, detiene el auto para espabilarse,
pues le arden los ojos; vuelve a manejar, pero al salir de Saltillo, decide
dormir un poco. Sólo se oyen los ronquidos de todos. Chela desciende
para orinar, la alcanza Damián. Después de algunos escarceos
y negativas de Chela, hacen el amor.
X. Ahora sí, la meta
El coche llega a Monterrey. Todos despiertan. Nora y Gilberto se quedan
antes de llegar a la estación. Siguen Ramón, la vieja y
Chela. En la estación descienden Ramón y doña Leocadia.
Chela se queda platicando con Damián, a petición de éste.
Se cuentan sus vidas y repasan lo bien que estuvieron juntos. Damián
le pide que se vaya con él; Chela duda, pues lleva un año
escribiéndose con su novio, que la espera. Se va a pesar de que
no le disgusta Damián
XI. El tren que corría...
Chela va al baño, se lava y se cambia de ropa. Sin hacerse visible,
observa la entrada de gente, ve a Raúl su novio, que aparece con
otro muchacho joven, que trae un ramo de flores. El tren llega y todos
se agolpan. Ramón no alcanza al candidato, que improvisa su discurso;
Leocadia por fin encuentra a su nieto, a quien todos consintieron en el
viaje. El ramo de flores es apachurrado por la gente, los dos hombres
se ríen de eso y lo tiran a la basura. Chela los observa buscarla
de carro en carro; no les habla, tal vez porque no le gustó cómo
se rieron al tirar el ramo. Raúl parece desilusionado o enfadado
por no encontrarla. Ella permanece en su escondite tras una columna. Los
hombres se van y ella no sabe por qué no se dio a conocer. Piensa
que es muy aventada. Tiene su dirección pero no piensa buscarlo,
sale un poco confundida de la estación y allí afuera todavía
está el “Ya Bas” estacionado. Damián la ve salir
y se regocija, le habla y le pregunta por qué no se fue con su
novio. Chela confiesa que no lo sabe. Damián le propone regresarse
juntos y ella acepta, pero antes, dice él, van a comer, a beber
y a descansar; después regresarán a la estación para
ver si alguien pierde el tren. A lo lejos vibra, muy alto, el silbato
de una locomotora.
COMENTARIO:
La novela maneja los tiempos objetivo y subjetivo de manera estimulante.
El narrador entremezcla su historia con los diálogos de los personajes.
La descripción de cada uno de ellos es muy específica y
los retrata hasta el punto de que el receptor los visualiza, se siente
parte de ellos y va junto con ellos a la aventura fascinante del viaje
en el atropellado pero bien portado “Ya Bas”.
1979-1989
O.I.
1
TÍTULO ORIGINAL: Un error de estilo.
TÍTULO EN OTRO IDIOMA:
FECHA DE CREACIÓN: 1981.
LUGAR Y FECHA DE PUBLICACIÓN: en La veleta oxidada, El norte, Un
error de estilo. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA).
Tercera serie de Lecturas Mexicanas, núm. 48. México D.F.,
1991.
CONTEXTO
AMBIENTAL:
En un restorán céntrico, en una especie de reservado, no
exactamente, llamado “el tapanco”, tal vez en el último
tercio del siglo XIX.
CONTEXTO
ANECDÓTICO/RESUMEN:
En ese lugar se reúnen iniciados, habituales, grupos. Hombres gesticulantes
y dogmáticos con juicios literarios, estéticos, políticos,
románticos y neoclásicos, liberales y conservadores. Como
a veces la inspiración ronda por allí, hay tintero y pluma
en el rincón de una mesa. Un grupo de amigos conversa. Entre ellos,
cosa rara, se encuentra una mujer, esposa de uno de ellos. Ella, usualmente
tímida, habla en esta ocasión, presionada por su marido.
Va a contar la historia de una mujer; advierte que es una historia larga,
que parte de 1868, cuando ella y su marido vivían por la calle
del Reloj. La historia no sólo la cuenta ella, también interviene
su marido a veces, y hay comentarios de los oyentes.
Se trata de una mujer francesa llamada Denise, su pareja don Luis Hidalgo
y su hija Geneviève, hija de su matrimonio con el carnicero francés
Goujart.
Denise rentó al reciente matrimonio de Almudena y Joaquín
un departamento en su propia casa. Almudena cuenta cómo llegaron
a rentarlo y cómo Luis, entonces ya no tan joven, no tenía
dinero. Era Denise la que trabajaba para darle sus gustos: buena ropa
y buena comida. En ese tiempo Almudena estaba embarazada y su marido Joaquín
se fue a Orizaba a salvar de la destrucción unos archivos municipales.
Fue entonces cuando empezó su amistad con Denise y Luis. Almudena
entraba y salía de su casa con toda confianza, cuando un día,
al irle a convidar un platillo, se encontró con Denise desnuda,
con un aire distraído y los ojos muy intensos. Almudena estaba
muy asombrada, pero Denise, en lugar de ponerse una bata, la llevó
ante el espejo a que la admirara y tocara, para que comprobara que sus
carnes estaban firmes y que era bella. Almudena describe la belleza de
Denise: su pelo, sus manos, tocaba muy bien el piano. Denise se tocaba
cuerpo y sexo ante la repugnancia de Almudena.
En este momento del relato tercia su marido, para decirle que se calle
y no diga indecencias. Almudena contesta que él lo pidió
y que está borracho.
El relato continúa. Denise esperaba desnuda a Luis porque hacía
ya dos meses que no la tocaba, pero cuando Luis llegaba no le hacía
caso. Almudena dice que esa noche se lo contó a Joaquín
pero que a él sólo le dio risa.
Almudena cuenta con detalle lo que sucedió en una cena con invitados,
a la que asistieron dos muchachas que coqueteaban con Luis. Denise, que
tocaba el piano, las corrió con insultos diciéndoles “putas”.
Era muy celosa, decía que Luis era capaz de revolcarse con cualquiera.
Almudena no sabe cómo nunca se enceló de ella, tal vez por
fea. Denise no comprendía por qué Luis ya no quería
hacer el amor con ella.
Ahora cuenta cuando llegó la hija de Denise, Geneviève Goujart.
Almudena la recibió en su casa porque no quiso pasar a la suya.
Estaba asustada y llorosa; cuando llegó la madre, hablaron sin
abrazarse y sin que Denise mostrara alegría. La acomodó
en el cuarto de servicio. La reacción de Luis fue paternal, “ya
tenemos hija”. Geneviève fue la criada de su madre, hacía
los mandados y mimaba a Luis. Un día, Denise la arrastró
y le pegó porque, decía, se quería acostar con Luis.
El hombre reaccionaba con enfado.
Almudena se da cuenta de que no ha narrado cómo empezó todo.
Denise había llegado a México con su marido, que era carnicero
proveedor de la corte de Maximiliano. Goujart compró la casa barata,
pues era de las expropiaciones. La casa estaba junto a una cárcel.
Una tarde, la criada estaba tendiendo ropa cuando apareció Luis
Hidalgo, un oficial que se había fugado cuando iba a ser fusilado
por los soldados del imperio. Se evadió por la azotea y fue a dar
a casa de Denise. Allí lo escondió la criada en un ropero.
Cuando llegaron a buscarlo, Denise negó que hubiera alguien. Ella
no lo había visto y esperaba que fuera un indio, pero para su sorpresa,
Luis era un joven moreno, muy guapo. Se quedó en el cuarto de la
criada y allí iban la criada de noche y Denise de día, enamorada
locamente del oficial. Almudena describe con detalle las relaciones sexuales
de Denise con Luis, ante la incomodidad del marido. Almudena dice que
a las mujeres se les educa para no saber nada de sexo, como idiotas, y
llegan a aprenderlo con los maridos, que saben mucho más. Pero
Denise se descubrió a sí misma con Luis y ya no aceptaba
a Goujart. Luis tuvo que irse, ajuareado por su amante. El oficial le
profesó su amor. Después de esto, cayó enferma. Más
tarde recibió una carta de Luis, donde le decía frases empalagosas
y la llamaba Medea, pero incapaz de hacer lo imposible, texto que Joaquín
considera un error de estilo. Denise le leía y releía esta
carta a Almudena, quien se la sabe de memoria.
Cuando la emperatriz Carlota salió desterrada, también salieron
los Goujart, en el mismo barco; de repente, al momento de zarpar, Denise
habla con Geneviève; le advierte que se va y que respete a su padre,
huye y se baja del barco dejando arriba a sus hijos, que la ven marcharse
desesperados. Goujart creyó que se había ahogado, más
tarde lo supo todo. El viaje es un mal recuerdo para Geneviève.
Denise, impulsada por la carta escrita por Luis, lo buscó hasta
encontrarlo; éste no podía creer lo que veía. Joaquín
dice que Luis no contaba con la llegada de esa demente pero la aceptó,
con las joyas que había sacado de su baúl en el barco; compró
de nuevo la casa que había sido suya y empezaron a vivir juntos
como esposos.
Los amigo se sirven vino para continuar la narración.
En Europa Goujart va a ver a sus suegros para decirles que su hija es
una puta. Boubou, la hermana gemela de Denise, averigua lo que pasó.
Ofrecen quedarse con la hija pero su padre la da con una familia bretona
y Martín, el hermano menor, se suicida con veneno de ratas. Boubou
averiguó el paradero de su hermana, la compadeció por lo
que sufría con Goujart y le enviaba vestidos que ya no quería.
Cuando Denise supo lo de su hijo, su comentario fue: “estoy pagando”.
Los amigos instan a Almudena a seguir el relato y contar el final, mientras
saborean vino. Ella prosigue. Almudena y Joaquín se mudaron de
la casa de Denise para ir a vivir a Tacubaya. Los Hidalgo no rentaron
el departamento, sino que lo llenaron de muebles. Un día que estaban
de visita en Tacubaya, Geneviève le contó a Almudena que
tenía un pretendiente; Almudena la animó a aceptarlo. La
joven le preguntó si era feliz en el matrimonio y ella le contestó
que su matrimonio era un éxtasis inacabable y Joaquín, el
marido “más sensato y distraído, quiero decir, arrebatado
y pasional de todo Tacubaya; que el matrimonio era un edén y que
gozaba con Joaquín como si fuera Luis”... En este punto Almudena
se da cuenta de lo que está diciendo y comenta que son boberías;
siguió alentando a la joven para que aceptara al cortejante, cosa
que, después supo, Geneviève no hizo, por la enfermedad
de su madre. Denise tenía cáncer; hizo jurar a su hija que
se encargaría de Luis cuando muriera. Cuando murió, Luis
no lo sintió, a pesar de que ella siempre estuvo pendiente de su
menor deseo. Cuando trataba de halagarlo, él le gritaba que lo
dejara vivir y la llamaba vieja bruja, le rogaba que no se colgara de
él y le repetía que no quería nada, nada.
Como Geneviève había jurado que cuidaría de Luis,
lo hizo; por unos años resplandeció un poco, luego volvió
a ser tosca como antes. Retomó el trabajo de su madre en “La
pastora elegante”, se casó con el dueño, un señor
ya viejo. Ambos cuidan de Luis y gastan muchísimo en él.
Luis se deja mimar; sigue hermoso, con su pelo plateado como un zorro,
erguido, bello... bello de veras... bello, acentúa Almudena. A
veces los visitamos, pero no sabemos si son felices, algunos dicen que
sí.
Un amigo pregunta si es el final, ella dice que sí hasta ahora
y pide otra copa. El marido la riñe por beber. El amigo Manuel
le pide que le diga cómo murió Denise, pues él es
médico. Almudena se lo contará, pero le pide que se lo repita
a Rosario, porque dice que Manuel cosecha flores para llevárselas
a Rosario. Manuel asiente.
Denise supo lo que tenía y no quiso ir a curarse a Francia; ardía
por dentro. Le dio por pintarse mucho. Una tarde, Almudena llegó
a visitarla y la encontró en bata. Denise se la quitó y
se mostró, horrible, como un esqueleto, con un hilo de sangre corriendo
por su muslo, la muerte le brotaba de ahí. Le dijo a Almudena que
ahora Luis la frecuentaba mucho por las noches, pensaba que sería
por lástima y ella lo aceptaba, tres y cuatro veces. Es el saldo,
murmuraba, no puedo pagar más, y luego en secreto se le acercó
a Almudena para decirle que todo valió la pena, ardía, se
arrastraba en el infierno, pero valió la pena pues el placer era
eso. Cayó al suelo y esa noche la cuidaron los tres. Almudena comenta
que le da la impresión de que Luis debía de haber sido un
hombre convencional violentado por las circunstancias. Así murió
Denise.
El marido tercia que él se encargó de todo porque nadie
atinaba en nada. Almudena comenta burlonamente que claro, él es
siempre muy atinado, empapado en sentido común y preciso, seguro
de su estilo. Almudena llora y Joaquín le dice que está
borracha, que todo lo que ha contado son mentiras de Denise, pues hacía
mucho tiempo que Luis estaba harto de ella, como se lo había contado
él mismo.
Manuel pide intervenir y dice que el error de estilo no es precisamente
el de la carta de Luis a Denise. Joaquín no entiende pero Manuel
dice que Almudena sí. Ella asiente. Ignacio M. dice que es la nostalgia
del fuego eterno, alguien o algo nos hace descubrir quiénes somos.
Manuel asiente, eso es lo que quiere decir e improvisa frases líricas.
Ignacio M. le advierte que tenga cuidado con sus versos, pues también
matan. Joaquín le pide a su mujer que ya no llore y, como no tiene
pañuelo, Manuel le ofrece el suyo. Almudena lo acepta a condición
de que le escriba con tinta su nombre, lo conservará siempre. Manuel
lo hace pero su nombre se borra con las lágrimas de Almudena. Ésta
le dice a Manuel que ya tiene su ramillete para ofrecérselo a Rosario.
Manuel acepta; dice que Rosario siempre pide más.
Está entrando un rayo de sol, sobre la mesa se advierten las copas
vacías, los amigos descienden poco a poco por la escalera que los
condujo al tapanco.
COMENTARIO:
En esta novela el autor maneja la narración en prolepsis y analepsis
de un pasado reciente. El lenguaje que usa la narradora es objetivo, descarnado,
pero está cargado de metáforas y una intención muy
directa que la involucra a ella y a su marido. El receptor puede advertir
en la narración de Almudena no sólo la historia de Denise,
Luis y Geneviève, sino la de los propios sentimientos de Almudena
sobre sí misma y su matrimonio. Hay un momento en que el “estilo”
de Joaquín y Almudena se pierde, se recriminan, se reprochan, se
insultan. Manuel, sin duda Manuel Acuña, escucha, comenta y reflexiona.
La historia es un motivo para hacer versos y ofrecérselos a su
amada Rosario, versos que matan como se lo advierte Ignacio. Exceso romántico
que, como es sabido, llevó al suicidio del poeta. También
interviene Ignacio M., sin duda Altamirano. Un grupo de poetas y escritores
románticos ante la narración de una vida vivida hasta el
exceso, como la de Denise. El receptor, de acuerdo con su propia interpretación,
puede tomar partido por la versión de Almudena o por la de Joaquín.
Ciertamente, en la narración de Almudena hay algo más que
la sola relación de hechos, hay sentimientos subjetivos de la narradora,
ausentes en las opiniones masculinas de Joaquín.
O.I.
2
TÍTULO ORIGINAL: Sobre virtudes teologales.
TÍTULO EN OTRO IDIOMA:
FECHA DE CREACIÓN: 1985.
LUGAR Y FECHA DE PUBLICACIÓN: en Flor de abismo. Grupo Editorial
Planeta. Col. Grandes Narradores, México, D.F., 1994.
CONTEXTO
AMBIENTAL:
En la colonia Estrella, D.F., y sus alrededores.
CONTEXTO
ANECDÓTICO/RESUMEN:
El narrador se remonta a su niñez para recordar un suceso del que
se desprende la narración. Los orígenes se encuentran en
Cosamaloapan, Veracruz, en los relatos de la abuela de Emilio, quien contaba
que había dos hermanas que se volvieron rivales porque una de ellas
se enredó con su cuñado. Tuvieron una hija cada una, María,
del matrimonio de una de ellas, y Lupe, del concubinato de la otra hermana.
La historia da propiamente comienzo con estas hijas ya grandes. Una, María,
da clases de piano a Emilio; la otra, Lupe, se las da de catecismo; las
dos viven juntas en la colonia Estrella del D.F.
Los adultos se complacían en preguntarle a Emilio si quería
mucho a Lupe, éste siempre decía que sí, aunque tuviera
impulsos de decir no. Entonces los grandes gozaban haciéndole burla
y diciendo que se quería casar con Lupe. Estas burlas hacían
que Lupe le diera un poco de horror. Ella era ciega, de piel muy lisa
y rosada, vasta de cuerpo y con el cabello blanco.
El narrador describe ampliamente a Lupe y sus costumbres y cómo
María construyó, poco a poco, una casa en la colonia Estrella.
Primero un cuarto y después otro y así hasta completar una
casa. Este lugar estaba casi despoblado y el tranvía pasaba en
medio de yerbazales. A Emilio le gustaba esa casa llena de flores y enredaderas.
Se reunían allí paisanos de Veracruz y se cantaban óperas,
se tocaba el piano y se recitaba. María ofrecía pasteles
que parecían deliciosos pero que desencantaban a Emilio, pues los
hacía de zanahoria, nabos o garbanzos y el saber de qué
eran le quitaba el entusiasmo. María era la única que había
recogido a la ciega bastarda, había adoptado a una huérfana
nombrándola Lupita, como su hermana, y también tenía
adoptadas a dos viejas oaxaqueñas en unos cuartos del fondo de
la casa. María desbordaba caridad, como Lupe fe. María mantenía
a todas, mientras que Lupe guardaba para sí lo que ganaba. Lo gastaba
en ropa, encajes, perfumitos y polvos que le aplicaba la sobrina. Lupe
no veía pero percibía todo con gran precisión, como
si viera. En esa casa se mencionaba tanto a Dios, que a veces Emilio sentía
fastidio de ir. Una vez un guajolote amarrado en la casa vecina se soltó
y agredió a María, la tiro, la montó y la ensució
horriblemente. María se enfermó de humillación, cosa
que a Lupe no le afectó mucho, porque ya lo dijo Emilio, la caridad
no era su fuerte, sino la fe. En cuanto a la esperanza, pues vivían
pobremente pero esperaban una vida mejor después de ésta,
se preocupaba por Lupita, pero la iban a dejar heredera de la casa y como
maestra de piano. Lupe esperaba que su ceguera, pobreza y castidad fueran
premiadas. Había estudiado en la escuela de ciegos y decía
que éstos eran muy lujuriosos y fornicaban. Emilio sabe bien lo
que quieren decir estas palabras y entonces, para probar a la ciega, en
el catecismo preguntaba ¿Si le contesto groserías a alguien
es lujuria? Y la ciega respondía: unas groserías son cólera,
otras son lujuria. Emilio comenta que era demasiado astuta para él.
Emilio cuenta que bien educado por Lupe, hizo la primera confesión
más falsa que nadie se haya atrevido a hacer, pues apareció
ante el sacerdote como un niño modelo; éste dijo a su madre
que era un ángel de pureza. El comentario del narrador es que bastaba
verle los ojitos de sátiro miope en rostro demasiado febril para
suponer algo diferente.
Lupe aleccionaba a Emilio para ser buen cristiano y le pedía que
todos los sacrificios que hiciera se los ofreciera a Dios; en todo esto
la beneficiada era ella.
Lupita había llegado a los 15 años y ya tocaba el piano,
era fea y gorda. Emilio no la veía tanto así, por la amistad
y cariño que le tenía, pero sobre Lupita pesaba su adopción
porque en el orfanato María había pedido la niña
más fea. Lupita se enamoró de un albañil. María
no se dio cuenta, pero Lupe sí, con su percepción anormal.
Se dio cuenta del noviazgo y hasta del regalo de 15 años que el
albañil le dio a Lupita. La hizo confesar y la cuidaba inquisitorialmente,
hasta que murió María.
Lupita comenzó a odiar a su tía, le hacía groserías,
la polveaba como payaso, le salaba la comida, le escondía cosas.
María había heredado a Lupita,a y a Lupe la había
dejado sin nada. Lupe buscaba adónde irse, pero la madre y la abuela
de Emilio se hacían las desentendidas. Emilio dejó de verlas,
se fue con su padre a Córdoba y regresó hecho un adolescente
con la voz cambiada. Lupita tomó el camino de María y hasta
dio un concierto en la Sala Ponce de Bellas Artes. Emilio imagina lo demás,
la muerte de María y la vida de Lupe en Oaxaca, adonde se fue a
vivir. Así pasaron quince años. Lupe conservaba su fe y
su esperanza, escribía a máquina y le enviaba cartas a la
mamá de Emilio; la protegía un matrimonio muy caritativo.
La señora, ya grande, murió al poco tiempo y el señor
de 81 años se casó con Lupe, que ya tenía 73. Se
casó de velo y corona como correspondía a su virginidad.
Emilio vio la foto en que Lupe lucía de novia con su cara restirada
y el novio con el pelo todavía negro; se notaba de pura sangre
zapoteca. Se casaron en Santo Domingo de Oaxaca. Vivieron juntos más
de quince años, murió él y ella quedó como
heredera con la hija, dueñas de varios hoteles y una fortuna en
efectivo. No volvieron a saber de ella pues la madre de Emilio y Lupe
dejaron de escribirse, tal vez viva todavía. De Lupita tampoco
se supo, es posible que siguiera el mismo camino de María o, ¿por
qué no una vida diferente? La vida no tiene determinismos y va
más allá de cuanto podamos suponer. Emilio ha vuelto a la
colonia Estrella pero no quedan señas de aquella casa de ladrillos
rojos y enredaderas.
COMENTARIO:
Evidentemente es un relato con datos autobiográficos, pero tratado
con un lenguaje literario que hace de la novela un álbum de fotografías
de personajes peculiares y hechos curiosos de la infancia de Carballido.
Emilio regresa a su niñez para reconstruir la historia de María,
Lupe y Lupita. Las virtudes teologales tan proclamadas por las hermanas
tuvieron un efecto más concreto en Lupe, pues la caridad que profesaba
María no la recompensó tanto como la fe y la esperanza.
Lupe no era caritativa, pero sí confiaba plenamente en que sus
limitaciones físicas iban a ser compensadas, como de hecho lo fueron.
“Ten fe y moverás montañas”, dice el evangelio
que tanto pregonaba Lupe. La fe le concedió que en la vejez se
viera colmada con el matrimonio, comodidades y atenciones. Nunca tuvo
tantas con su hermana y sobrina, como con las personas que la adoptaron
y la quisieron de verdad. Las descripciones de los personajes por el niño
Emilio tienen la malicia y gracia del propio autor. |