LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA DRAMATURGIA MEXICANA ACTUAL. UNA MUESTRA

A Edgar Chías, Gabriel Yépez, Rodolfo Obregón, Silvia Ortega y Vannesa Kaldman, por la fe que han puesto en mí. A los fundadores y organizadores de la Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia.

Hace siete años, en el contexto de la presentación del libro Muestra de Dramaturgia contemporánea mexicana, editado por la UNAM, escuché al dramaturgo Edgar Chías reflexionar en torno a su formación como escritor para la escena, a raíz de una pregunta que le hizo una de las asistentes al evento. Chías aseguraba entonces que no había sido en el Colegio de Literatura Dramática y Teatro perteneciente a esta misma casa de estudios donde se había formado propiamente como dramaturgo sino en talleres externos a esta institución. Reflexiono sobre eso ahora y me parece muy importante reconocer los espacios alternos de formación y profesionalización de la dramaturgia mexicana actual, más allá de las instituciones oficiales. Espacios que se han convertido, a mi entender, en instituciones periféricas. Una prueba de ello es la Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia, que se lleva a cabo año con año en la ciudad de Querétaro.

Edgar Chías y Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio fundan esta muestra en 2003. El objetivo en ese momento es generar un espacio donde ellos mismos y otros dramaturgos de su generación puedan llevar a cabo lecturas dramatizadas de sus propias obras, probarlas ante un público y ante la crítica teatral especializada. Desde sus inicios, este proyecto corre con suerte gracias al talento de estos dramaturgos, a la atención que la crítica especializada hace del evento y sobre todo a la buena acogida que tiene en la ciudad de Querétaro por parte de un funcionario de la cultura con visión: Manuel Naredo, cuyo trabajo no dejan nunca de reconocer los propios autores. Esta primera muestra únicamente abarca cuatro días, de jueves a domingo y contempla la programación de los dramaturgos pertenecientes al colectivo Telón de Aquiles. Las obras que allí se leen son las mismas obras que esta agrupación publica en ese mismo año de 2003 en un CD ROM que incluye el manifiesto de dicho colectivo.

De manera que el contacto es entre coetáneos, se trata de dramaturgos que conocen mutuamente su trabajo, que han tenido oportunidad de tallerarlo con anterioridad pero que buscan este espacio sobre todo para entablar un diálogo con el público y con la crítica especializada. Sin duda, se trata de una estrategia de posicionamiento en el panorama teatral mexicano. Así lo han reconocido los fundadores de la muestra en diversas ocasiones.1 A dicho encuentro asisten críticos como Luz Emilia Aguilar Zinser, Fernando de Ita y Bruno Bert.

Otros jóvenes dramaturgos del mismo colectivo Telón de Aquiles como Michelle Solano y Noé Morales, llevan a cabo un trabajo de crítica, no tanto de escritura para la escena. Asimismo, destaca cómo el dramaturgo Alberto Villarreal, perteneciente también a esta agrupación se desempeña como director de uno de los textos de sus compañeros, lleva a cabo un excelente trabajo ─elogiado mucho por la crítica─, y a partir de entonces se posiciona como uno de los pocos jóvenes directores que logra comprender y potenciar la más reciente escritura para la escena mexicana, la que entonces producen los dramaturgos de la sexta generación de Rodolfo Usigli a nuestros días, según la clasificación del crítico Fernando de Ita.2

El objetivo con el que se crea la Muestra es entonces cumplido en esa primera edición. Los dramaturgos del colectivo Telón de Aquiles de esta manera sacan a la luz sus trabajos y reflexionan junto con la crítica y el público en torno a las nuevas rutas que comienza a tomar la dramaturgia en México.3 El resultado sin duda es positivo y repercute en la segunda edición de este encuentro.

La Segunda Muestra de la Joven Dramaturgia, en primer lugar ya abarca una semana completa y contempla la programación de dramaturgos más jóvenes que los que integran el colectivo Telón de Aquiles, como por ejemplo Hugo Abraham Wirth y Enrique Olmos de Ita. Estos dramaturgos radican igualmente en la ciudad de México. También encontramos programados dramaturgos de otros lugares de la República Mexicana como Mario Cantú y Vidal Medina. Se incluye la obra de algunos integrantes del colectivo Telón de Aquiles que no se habían contemplado en la primera edición de la Muestra.

De esta manera, la segunda edición de este evento se constituye realmente como un espacio de encuentro entre dramaturgos de distintas generaciones y latitudes. Son todavía muy importantes las mesas de debate en torno a cuáles están siendo los caminos de la dramaturgia mexicana contemporánea. Es notable cómo dramaturgos de la quinta generación como Jaime Chabaud se acercan a la Muestra y comienzan a dar talleres sobre dramaturgia. La mirada de varios críticos especializados sigue acompañando el trabajo de estos jóvenes autores; reflexionando con ellos en torno a aciertos y desaciertos. Se incluye por primera vez la mirada especializada de uno de los más importantes investigadores del teatro argentino: Jorge Dubatti. Fernando de Ita se perfila como el crítico principal que seguirán de cerca la Muestra, y reflexionará sobre estas voces vanguardistas del teatro mexicano. La obra ganadora del Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera sigue siendo el plato fuerte del evento, una de las pocas puestas en escena, el resto son lecturas dramatizadas.

¿Qué mejor institución para el pensamiento, la reflexión sobre la escritura escénica actual que ésta? Las idea, las inquietudes, las preguntas más apremiantes están en el aire y el proceso de enseñanza-aprendizaje es mutuo entre al menos dos generaciones distintas de dramaturgos: los de la quinta generación, los de la sexta y los hermanos menores de ésta.

En las muestras siguientes las mesas de discusión irán desapareciendo y en contraste aumentará el número de los talleres así como su diversidad. Esto es una prueba de la hipótesis que aquí manejamos, de la perspectiva de la Muestra como un espacio de formación y profesionalización de la dramaturgia mexicana actual. Me interesa en particular mencionar el curso de Narración escénica que en la tercera muestra imparten Luis Mario Moncada y Edgar Chías, y en la cuarta, de nuevo este último y Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio. Gracias a este taller es posible apreciar una línea dramatúrgica que viene de la generación del desencanto (principalmente de las indagaciones en torno a la palabra dramática de Luis Mario Moncada y Martín Acosta, a través de su compañía Teatro de Arena) influye en la generación del grupo Telón de Aquiles (particularmente en Chías y más adelante en Luis Enrique Gutiérrez O. M.), e influirá también en la escritura de los dramaturgos más jóvenes.

Con base en esta línea dramatúrgica, ¿es posible asegurar que ninguno es alumno de ningún otro? ¿Que desapareció ese proceso de enseñanza de una generación de dramaturgos a otra por medio de un taller? La apuesta entre los jóvenes autores es por la libertad creativa, estética, poética; ninguno quiere ser maestro de nadie, ninguno se erige como el gran maestro de la dramaturgia mexicana actual; conocen bien el contexto en el que se desenvuelven, el canon de la multiplicidad de formas, temáticas, poéticas que los caracteriza y sin embargo no pueden evitar influirse unos a otros, orientarse unos a otros, enseñarse mutuamente en torno a una forma de escritura que a muchos comienza a significarles.4

La diversidad de los talleres (de actuación, de dirección, de traducción, de crítica teatral) evidencia el interés de los fundadores y participantes de la Muestra por otras facetas del teatro mexicano y extranjero que sin duda se vinculan con las nuevas formas de escritura para la escena. Resalta el interés por la dramaturgia y el teatro argentino.

Poco a poco se van incluyendo más autores del interior de la República Mexicana. Voces que se programarán en más de una ocasión en otras ediciones de este encuentro. Es el caso de la dramaturga yucateca Concepción León Mora o del joven dramaturgo veracruzano Alejandro Ricaño.

En cuanto a la profesionalización va acentuándose el hecho de que ya no es una sino varias las puestas en escena. Muchas de estas obras han resultado ganadoras de importantes premios nacionales de dramaturgia. De hecho esa es una forma de avalar en trabajo que se programa en la Muestra. Se toma en cuenta lo que otros importantes dramaturgos, investigadores, críticos, directores ya han reconocido y premiado.

Hacia la quinta y sexta muestra destaca un rasgo en particular en cuanto a este asunto de la formación y profesionalización dramatúrgica en el contexto de este encuentro: el número de talleres y su diversidad se reducen; aunque por otro lado amplían su perspectiva. Es decir, los fundadores de la Muestra escogen una personalidad en particular destacada en el ámbito del teatro latinoamericano para que imparta un taller principal como Guillermo Ott o Guillermo Heras. También se apuesta por un actor de reconocida trayectoria como Gerardo Trejo Luna para que imparta el taller de actuación. De esta manera se va buscando una mayor experiencia, profesionalización, actualización y amplitud de mirada por parte de quienes imparten dichos cursos.

Asimismo, la muestra se va abriendo no sólo a dramaturgos de distintas partes del país sino también a escritores no tan jóvenes pero cuya actualidad de su obra dramática los hace contemporáneos a los dramaturgos de las generaciones ya mencionadas. Hay notables ausencias como los escritores de la generación del desencanto y las miradas críticas que acompañaron las primeras ediciones de este encuentro, a excepción de Fernando de Ita, quién no deja de acompañar cada una de las muestras.5 Siguen programándose algunos dramaturgos del grupo Telón de Aquiles como Noé Morales, Luis Enrique Gutiérrez O. M., Édgar Álvarez, Luis Ayhllón. También se incluye a dramaturgos más jóvenes del DF como Enrique Olmos de Ita, Luis Santillán, Alberto Castillo, Martín López Brie, Leonor Enríquez.

Un detalle importante: dentro de la programación de la Sexta Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia, se incluye la obra de una joven escritora española de reconocida trayectoria: Angélica Lidell. No se trata de un taller que esta dramaturga venga a impartir a la Muestra, como fue el caso de Rafael Spregelburd en la cuarta edición de este encuentro, sino de la programación de los textos de esta autora extranjera en el contexto de una muestra nacional.

El interés por la escritura escénica de otros países es evidente también en la séptima muestra, en la cual se programa un taller de Guillermo Heras dedicado a dramaturgias europeas contemporáneas y se integra, a las lecturas dramatizadas, una obra del dramaturgo francés Enzo Cormann. Los talleres en la séptima y octava muestra siguen girando principalmente en torno a la dramaturgia extranjera, distintos métodos actorales y temas relacionados con la crítica teatral. Todavía en estas dos muestras encontramos autores del colectivo Telón de Aquiles como Noé Morales y Bárbara Colio. Algunos dramaturgos más jóvenes se convierten en constantes dentro de la programación de la Muestra como Alejandro Ricaño, Olmos de Ita y Concepción León Mora.

Otro rasgo interesante en estas dos ediciones del encuentro es la inclusión de escritores provenientes del campo literario que se han probado en la escritura para la escena y han resultado ganadores de premios importantes en este ámbito; es el caso de Ignacio Padilla. En la octava muestra, se acentúa esta relación entre el teatro y la literatura con la programación de una mesa especial cuyo tema es la relación entre estas dos expresiones artísticas. Cabe notar además, en torno a esta mesa, la presencia de un dramaturgo de la generación del desencanto: David Olguín. Ignacio Padilla y un joven crítico literario, Geney Beltrán, son los otros integrantes de esta mesa de reflexión.

En estas dos muestras empieza a destacar la presencia de dramaturgos del Distrito Federal y de otras partes de la República que ya nada tienen que ver con la sexta generación de dramaturgos mexicanos, como por ejemplo Gibrán Portela, Luis Arbesú, Hugo Alfredo Hinojosa, Saúl Enríquez, Oscar Martínez, Raúl Valles, Javier Márquez.

En la novena y última muestra ya no se programa la obra de ningún dramaturgo del grupo Telón de Aquiles. Los escritores de esta generación se han convertido definitivamente en los maestros; en quienes coordinan los talleres de dramaturgia. Talleres que por cierto tienen muchísima demanda. Tampoco encontramos programadas las obras de los dramaturgos más jóvenes que llegaron a conformar la sexta generación como Enrique Olmos de Ita o Hugo Abraham Wirth. Sí nos topamos con algunos escritores de la escena que ya habían participado en otras ediciones de la Muestra como Concepción León Mora; pero la mayoría son escritores que nunca habían sido programados en este encuentro, dramaturgos mucho más jóvenes que los integrantes del grupo Telón de Aquiles (quienes en este momento ya están alcanzando los cuarenta años de edad).

No sólo la edad marca la distancia entre dichos dramaturgos, también la variedad de sus búsquedas estéticas. Ya no se reflexiona en torno a ciertas líneas dramatúrgicas que a todos interesa como la narración escénica o la disolución del personaje dramático. La Muestra se ha convertido simplemente en un espacio de encuentro en el que dramaturgos de muchas partes de la República y del Distrito Federal llegan a aprender sobre técnicas contemporáneas de actuación, de dramaturgia, de traducción de textos teatrales, de producción, con reconocidas personalidades en estos campos. Llegan a aprender y a mostrar sus propios trabajos, algunos de los cuales ya constituyen puestas en escena probadas en sus estados de origen. De esta manera, la Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia ha terminado por convertirse en una de las principales instituciones periféricas en lo que a formación y profesionalización de la dramaturgia mexicana actual se refiere.

Pienso en el mejor sentido que puede tener la palabra institución, la palabra escuela, como el espacio de encuentro donde es posible llegar a intercambiar y adquirir saberes sobre una rama del conocimiento o del arte con los más destacados profesionales en ese campo. Donde se debaten temas de actualidad y los conocimientos de los alumnos no se subestiman sino que se potencian.6 Pienso en eso y recuerdo la última Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia a la que asistí. Allí pude convivir, a lo largo de una semana, con jóvenes dramaturgos mexicanos de los que nunca había oído hablar, con escritores para la escena que en otros momentos ya había leído, o con autores de reconocida trayectoria cuya obra hace tiempo que sigo. Con todos ellos pude tomar talleres, observar sus trabajos sobre la escena, intercambiar ideas sobre el teatro mexicano actual. También pude formar parte de mesas de crítica y dialogar con investigadores del norte del país, por ejemplo. ¿En qué otro lugar podría yo y muchos otros aprender tanto sobre la dramaturgia mexicana actual? No sólo es una escuela para dramaturgos sino también para jóvenes críticos e investigadores del teatro mexicano. Una de las más interesantísimas instituciones periféricas que se están consolidando en este momento en nuestro país, y que el Centro Nacional de Investigación Teatral Rodolfo Usigli, como muchos otros espacios de investigación, deberá, sin duda, de tomar en cuenta.

Maricarmen Torroella Bribiesca

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Mi agradecimiento especial a Luis Alcocer, investigador del CITRU, y a Arturo Díaz Sandoval, Coordinador del área operativa (documentación y registro) del CITRU, por ayudarme a digitalizar estos programas; los cuales ya forman parte del acervo de este importante centro de investigación


1 Al respecto véase: Ricard Salvat, "Entrevista a Edgar Chías" en Assaig de Teatre, Revista de l'Associació d'Investigació i Experimentació Teatral, núm. 62-64, Barcelona, marzo de 2008, p. 165, y Edgar Chías, "A ocho años de la utopía" en Paso de gato, núm. 42, México, julio-septiembre de 2010, p. 88-89.

2 Al respecto véase: Fernando de Ita, "Las plumas del gallinero mexicano", en Un viaje sin fin. Teatro mexicano hoy, Madrid, Iberoamericana, 2004, pp. 13-28.

3 Es importante señalar que este primer trabajo de apreciación crítica sobre la Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia en Querétaro requerirá más adelante de una mirada más exhaustiva, más profunda para medir los verdaderos alcances de cada una de las ediciones de este evento. Se trata apenas de un primer acercamiento basado en la revisión general de los nueve programas de la muestra, en mi propia asistencia a la octava y novena edición de este evento y en las reflexiones que los propios fundadores de la misma han publicado al respecto.

4 Respecto a la influencia de esta línea dramatúrgica de Chías y Legom en autores más jóvenes véase: Ricard Salvat, "Entrevista a Edgar Chías", Op. cit., p. 165.

5 Cuando hablo de la ausencia de estas personalidades no me refiero a ellas como público, asunto que es difícil medir ahora sin haber realizado las entrevistas adecuadas. Me refiero a esta ausencia, siempre con base en el registro de la programación de dichos eventos.

6 En sentido me parece muy acertado que en el programa de la Novena Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia, se refieran a los talleristas no como maestros sino como coordinadores. Me parece que es otra forma de concebir el proceso de enseñanza-aprendizaje.