ANEXO

1. La bodega*, obra en un acto de Emilio Carballido.
Basada en un sueño de Jorge Wilmot.

PERSONAJES

LA JEFE DE VENTAS
EL EMPLEADO
EL ASPIRANTE A AGENTE
LA JOVEN
LAS FIGURAS EN LA HISTORIA DE:
“Narciso” (dos)
“El monje y la bella Zoé” (tres)
OTRO ASPIRANTE A AGENTE
EL CORTEJO

EN MÉXICO, D. F. 1949

Una bodega circular, oscura. No se distingue la estructura de las paredes que, sumergidas en la sombra, se adivinan de ladrillo tal vez, húmedas. El área de luz está en el centro. Hay almacenadas cajas, dispuestas en derredor, algunas de pie, horizontales otras. El suelo sube y baja en varios planos. De la entrada, a la derecha, bajan al centro tres escalones amplios. Al fondo, una cortina negra es visible tan sólo por la luz viva que deja al moverse.

(La escena sola. La música de una flauta, lejos. Después de un momento aparece la jefe de ventas: alta, de voz viril y comercial; viste de largo y lleva un delantal de cuero; cara vieja y velluda; peinado alto. Tras ella el empleado: viejo, sucio, de negro; usa una peluca que se le mueve al andar. Entran por el fondo y ven las cajas, una por una)

 

LA JEFE. Esta.
Queda junto a una caja de las que están de pie. El empleado sale por el fondo. Vuelve conduciendo a un adolescente rubio y rizado, vestido de griego, que se mueve como sonámbulo)

LA JEFE. Ten cuidado. La madera está un poco podrida.
(El empleado desclava minuciosamente la tapa de la caja, y ésta se abre como un ropero, está vacía)

LA JEFE. Bueno (Ve al adolescente) ¿Qué hermoso eh? (Se ríe) Guárdalo.
(El empleado empuja al adolescente al interior de la caja)

LA JEFE. ¡Su flauta!
(El empleado saca de la bolsa una flauta, que pone en manos del adolescente. Éste se la lleva a los labios y toca algunos compases muy dulces. El empleado cierra la caja)

LA JEFE. No la cierres todavía. Hay que ponerle naftalina para que no se Carcoma.
(El empleado asiente. Suena un timbre destemplado)

LA JEFE. Apúrate. Están tocando.
(el empleado asiente. Coge un rótulo que dice: La verdadera historia de Otelo y Desdémona y lo va a clavar a la tapa)

LA JEFE. No, imbécil
(El empleado, ofuscado, lo deja y toma otro que muestra a la jefe: historia del monje y de la bella Zoé)

LA JEFE. No, imbécil. Los escuchas avisaron apenas que el material de esas dos llegará hoy. El empleado perplejo corre de un lado para otro)

LA JEFE. ¡Ahí!
(El empleado encuentra un letrero que dice: Fábula de Narciso. Corregida. Como la jefe asiente lo clava en la tapa de la caja. suena de nuevo el timbre. Sale corriendo por la derecha. Corre a saltitos, como si le dolieran los pies. La jefe espera. Entra de nuevo el empleado, precediendo al aspirante)

ASPIRANTE. Buenos días. (Ve en torno)
(El empleado sale, corriendo, seguido por la mirada azorada del aspirante)

LA JEFE. (Amable) Buenos días.

ASPIRANTE. Qué oscuro está. Este... sabe usted, quería hablar con el jefe de ventas.

LA JEFE. A sus órdenes.

ASPIRANTE. Ah, es usted. Sabes, yo leí en el periódico (lo muestra) que había oportunidad para nuevos vendedores.

LA JEFE. ¿Qué experiencia tiene usted?

ASPIRANTE. He sido agente viajero... es decir, soy, de una editora Argentina. Además, como dice aquí que no se...

LA JEFE. No, no hace falta preparación alguna y no se opone en lo más mínimo con otro empleo que tenga usted. Esto es algo novedoso y fácil de vender. Hay una intensa campaña de propaganda lista para desatarse de un momento a otro y realmente será una situación envidiable la de nuestros agentes. Usted, naturalmente, principiará como aspirante en caso de que reúna las condiciones. ¿Cuál es su capacidad de trabajo?

ASPIRANTE. Pues mucha. Puedo decir que trabajo bien.

LA JEFE. ¿Tiene recomendaciones?

ASPIRANTE. Sí, naturalmente. (Las saca de la bolsa). Puede usted verlas.

LA JEFE. (Las toma. Sin desdoblarlas las mira en todos sentidos. Las devuelve) Me parecen muy bien.

ASPIRANTE. ¿No las lee usted?

LA JEFE. He dicho que me parecen bien.

ASPIRANTE. Leí que ustedes ofrecen sueldo además de la comisión.

LA JEFE. Sí, un sueldo moderado, que aumentará cuando sea usted agente.
Pero el porcentaje es espléndido, realmente espléndido, y la venta es completamente segura. Usted deja la mercancía a vistas y segura al comprador con toda certeza. No es posible resistir la fascinación y la novedad del género.

ASPIRANTE. Tengo entendido que se trata de libros ¿no? (Ve en torno)

LA JEFE. No exactamente. Es algo novedoso, libros en cierto modo, pero con un gran atractivo.

ASPIRANTE. Algo nuevo ¿no?

LA JEFE. Una de esas cajas acompaña cada ejemplar. La técnica de manejo es fácil, necesitará usted aprenderla sin embargo, para que la explique a cada cliente.

ASPIRANTE. Sí leí que debo tomar un curso.

LA JEFE. Un cursillo. Con dos lecciones, tres, si acaso, es suficiente.
Esto se basa en un principio físico tan indudable y atan obvio como que usted trae dentro de su propio esqueleto.

ASPIRANTE. (Ríe un poco, se palpa) Sí claro. Nunca lo dejo en casa.

LA JEFE. (Seria) Por supuesto que no. Asimismo, usted trae dentro muchos hombres, maduros y viejos, que van ocupando el sitio de este usted de ahora, uno por uno, hasta el que está justamente pegado al esqueleto.

ASPIRANTE. No entiendo bien.

LA JEFE. Pues éste es el principio de nuestra mercancía. Fíjese bien, que es importante. (Abre una caja en el suelo) Este es material virgen. (Extrae un niño de cera que se mueve un poco) Bien, dentro de este niño hay otro más grande, en esta misma caja. (Lo guarda y saca a un niño mayor) Este niño, en la obra que ilustremos con él, será substituido por otro mayor y luego por un muchacho, y luego por un jovencito. Bueno, pues todos están dentro del niño inicial. (Guarda al otro niño. Extrae medio cuerpo de un muchachito de boina) ¿Ve usted?

ASPIRANTE. Ah, sí. Ya entiendo. Pero... esto... ¿Se vende?

LA JEFE. Esto es material virgen, he dicho. (Cierra la caja) Pero va a ver. Se lo mostraré con un ejemplar completo. (Toma una campana de barro y la agita. Luego la tira, rompiéndola. Se excusa) Sólo sirven para una vez. (Entra el empleado al fondo)

LA JEFE. Trae luz. (El empleado sale)

LA JEFE. Hay que saber también seleccionar al cliente. Ese es el tema de la segunda lección. “Selección de clientes”. No todos los clientes quieren la misma historia. Hay veces que el título basta a decidirlos. En otras ocasiones se requieren más detalles para animarlos. Pero es fundamental saber qué libro enseñar a cada quién. Eso lo aprenderá después. Ayúdeme. (Va detrás de unas cajas) Lleve esto al centro.

ASPIRANTE. ¿Esto? (Levanta un atril de madera, pero se le desmorona entre las manos) ¡Oh, perdone! Yo lo tomé con cuidado pero...

LA JEFE. No, no fue culpa suya. Es descuido de los empleados. Tenemos que luchar contra la carcoma y el musgo. Tome usted otro. (El aspirante toma otro atril de madera, manchado de largo musgo, y lo coloca al centro. Se sacude la ropa)(Entra el empleado con un quinqué)

LA JEFE. Alúmbranos. (En la sombra hay un estante con siete u ocho grandes tomos, muy polvorientos y con apariencia de antiguos)

LA JEFE. Estos son los libros. Hay muchos más en las otras bodegas.

ASPIRANTE. ¿Estos son? Yo creí que... como la empresa es nueva...

LA JEFE. (Severa) ¿Qué creyó usted?

ASPIRANTE. Que serían... libros nuevos.

LA JEFE. ¿Qué entiende usted por nuevo? ¿Sería usted capaz de decirme algo nuevo? ¿De mostrarme algo nuevo?

ASPIRANTE. No quise decir eso.

LA JEFE. ¿Qué no quiso usted decir?

ASPIRANTE. No nada.

LA JEFE. (Amable) Puede usted ver después el catálogo completo. Pero por el momento, estudiaremos un ejemplar para explicarle bien. ¿Cuál prefiere ver?

ASPIRANTE. No sé. Da lo mismo ¿no?

LA JEFE. Sin duda no da lo mismo. Esta es la fábula de Narciso, corregida por supuesto.

ASPIRANTE. ¿Corregida?

LA JEFE. Sí. Está suprimido el absurdo incidente de que Narciso muere contemplándose. Están en cambio las bodas de Narciso con su propia imagen. Eso es muy hermoso. Y continúa todo mucho más adelante.

ASPIRANTE. No conocía yo esa versión. Sabía que se enamoró de sí mismo y...

LA JEFE. Sí, sí. Pero ya le he dicho que esta es la versión corregida. La auténtica en realidad. Aquí tiene también la vida de San Sebastián, la historia de Otelo, sin ningún embellecimiento inútil...

ASPIRANTE. ¿Otra historia de Otelo?

LA JEFE. ¿Porqué dice usted “otra”?

ASPIRANTE. Porque ya conozco una. ¿Es la misma?

LA JEFE. No lo creo. Una historia es distinta para cada uno que la oye y auténtica sólo para cada uno que la vive. Esa es la novedad de nuestro género. La dificultad es que ningún agente llega nunca a conocer todas las obras.

ASPIRANTE. ¿Por qué?

LA JEFE. (Se ríe) Por razones muy normales en realidad. Falta de facultades o de interés.

ASPIRANTE. ¿Qué... que libro es este?

LA JEFE. Es la Historia del monje y la bella Zoé. Este es otro, es El rapto de Helena. Este, Biografía de un amante ejemplar. ¿Cuál quiere que leamos? La de Narciso está un poco fresca y la de Otelo incompleta, pero las demás...

ASPIRANTE. ¿Podemos ver la historia del monje?

LA JEFE. (Lo observa un momento) Sí, claro. Tómela usted.

ASPIRANTE Lee) “El monje, por su parte, gustaba mucho los nuevos placeres que le proporcionaba la bella Zoé. Un placer era: la conversación.
Otro placer era: el de la cama. Otro placer era, y el más importante: el de la constante compañía.”

LA JEFE. Está menos mal, pero ahora sigue la descripción de los placeres y no creo que la lea bien. Salte una hoja. Otra aquí.

ASPIRANTE (Lee) “La enfermedad de Zoé era muy molesta. Dejó de hablar, poco a poco, y el cabello empezó a crecerle hacia adentro. El monje sufrió de corazón, y era tan grande su sufrimiento, que devoraba pedazos de su propia carne, dándose crueles dentelladas. Con la sangre de sus heridas pintó de rojo un costal y guardó dentro a Zoé. “ Es... feo, esto.

LA JEFE. Sí, naturalmente. Pero la historia sigue adelante. Aquí tiene a Zoé en el principio de su enfermedad. (Abre la caja y hace sentar a la joven: Ha cambiado de color y le sale pelo dentro de la boca y de los ojos) Lo carcomido de los brazos no es parte de la historia, es descuido de los empleados, pero puede tomarse como incidente. Supongo que ha entendido bien.

ASPIRANTE. ¿La historia?

LA JEFE. La técnica. Esta Zoé estaba dentro de la otra. Es cuestión de tiempo: la primera se pudre y es absorbida por la otra, que madura.

ASPIRANTE. Sí, entiendo. Guárdela usted.

LA JEFE. ¿Ve la mancha de sangre en el vestido? Es la sangre del monje.

ASISTENTE. Sí, sí. Guárdela.

LA JEFE. (La guarda) Siga leyendo.

ASPIRANTE. (Lee) “Zoé quedó guardada dentro del costal pintado con la sangre del monje, y él amarró la boca del costal, pero tres veces al día lo desataba y así le daba de comer a Zoé, metiendo cucharaditas de alimento, que primero masticaba. Pero Zoé no sanó de su enfermedad.”

LA JEFE. Mire a Zoé dentro del costal. (Abre la caja y levanta el costal color sangre vieja, lleno de musgo por todas partes) Pero si quiere que lo abra siga adelante. Todavía no puedo. Salte una o dos páginas.

ASPIRANTE. (Lo hace) ¿Leo?

LA JEFE. Naturalmente.

ASPIRANTE. (Lee) “El olor del costal se hacía cada vez más insoportable.
Todos los animales que vivían en la gruta huyeron, y todos los animales que había en el bosque huyeron, porque ninguno quería oler el olor de Zoé. Y el monje sabía que Zoé no estaba muerta, porque todavía se movía dentro del costal. Y sólo el monje soportaba el olor del costal, que era el olor de Zoé.”

LA JEFE. Siga leyendo.

ASPIRANTE. “Y el monje quiso ver cómo estaba lo que había sido la bella Zoé. Y con un cuchillo rasgó el costal. Y apareció una figura que era lo que ahora era la bella Zoé.”
(La jefe abre el costal, cuan largo es, de un solo tirón, y el aspirante da un grito: dentro está una figura carcomida, del tamaño de la muchacha, pero en forma diferente: parece un guajolote desplumado y decapitado. En el lugar de la cabeza tiene sólo un mechón de pelo largo y cerdoso. Emite un sonido áspero y hueco y agita los alones débilmente, Muchos insectos luminosos la pululan)

LA JEFE. Tiene cierre automático para facilitar. Da la impresión de cuchillada. Las costras son auténticas. Lo mismo los insectos. (La figura vuelve a chillar) Lo que sigue me lo sé de memoria (Declama) “¡Eso se había vuelto la bella Zoé! Y su voz también había cambiado. Pero podía alimentarse perfectamente por el sitio donde antes tenía la boca, y si chillaba era porque tenía deseo intenso del monje” (Explica) Deseo sexual, se entiende. Más adelante lo explica detalladamente. Será bueno que memorice usted algunos fragmentos. (La figura se mueve y chilla) Sé algunos renglones más (Declama) “El monje se despojó de la túnica para quedar desnudo, pero algunos pedazos se le pegaron a las llagas, y esas llagas eran los sitios en que el monje se mordía diariamente, y en algunos asomaba lo blanco de los huesos.” (Cierra el costal y guarda así la figura. Cierra la caja) ¿No lee usted más?

ASPIRANTE. No, no.

LA JEFE. Bueno. (Cierra el libro) Claro que la historia no termina ahí.
Sigue adelante, mucho más adelante.

ASPIRANTE. ¿Y el monje?

LA JEFE. Ah, sí, el monje. Pero es mejor ver otra historia.

ASPIRANTE. ¿Qué es lo que huele así?

LA JEFE. Es el olor de la caja. Quedó un poco en el aire. ¿Ha entendido usted bien? (Entra el empleado corriendo)

LA JEFE. ¿Qué quieres? ¿No ves que estoy dando clase? (El empleado presenta una gran tarjeta en una bandeja. La jefe la toma y la da al aspirante) Lea usted.

ASPIRANTE. “El subjefe ya terminó su explicación y la joven quiere saber su sueldo.”

LA JEFE. Ah, sí. Ella ya terminó sus clases y va a empezar a trabajar.
Permítame un momento. (Toma la tarjeta y salen ella y el empleado. El aspirante, solo, ve en derredor. Se seca el sudor de las manos con un pañuelo. Abre el libro, pero la tapa de la caja se levanta. Él lo nota: cierra el libro y la tapa de la caja sonoramente. Camina unos pasos. Ve el cajón de Narciso. Lee entre dientes)

ASPIRANTE. Fábula de Narciso. Corregida. (Abre la caja. Adentro, de pie, está la figura de un hombre muy gordo, de piel amoratada, calvo, semidesnudo, con una túnica griega que deja ver pliegues de carne por las roturas. Una larguísima flauta se le enrosca por todo el cuerpo, principiándole en labios. El aspirante se queda viéndolo. La flauta suena destemplada. El aspirante cierra la caja) (Entra la joven)

LA JOVEN. Buenas tardes.

ASPIRANTE. (Se sobresalta) Buenos días.

LA JOVEN. ¿Lo asusté?

ASPIRANTE. Sí, estaba viendo... (Ríe forzadamente) Dijo usted buenas tardes.

LA JOVEN. Sí, es casi de noche.

ASPIRANTE. ¿De noche? ¿Usted trabaja aquí?

LA JOVEN. Acaban de darme el empleo, pero... no sé. Creo que no me gusta y ahora, pues son sé. Me dijeron que esperara en la bodega.

ASPIRANTE. Yo vine a pedir empleo. Vine temprano. ¿Y por dónde entró usted?

LA JOVEN. Hay otra entrada por las oficinas. (Se ríe un poco) Son rarísimas las oficinas ¿No las ha visto?

ASPIRANTE. No.

LA JOVEN. Pagan bien, pero...

ASISTENTE. Sí, pagan bien. ¿Usted trabaja en otra cosa?

LA JOVEN. Sí, soy profesora de natación. ¿Qué libro leyó usted?

ASPIRANTE. La historia del monje y la bella Zoé.

LA JOVEN. Ah, sí. Yo también la leí ayer, en la primera lección.

ASPIRANTE. Yo acabo de leerla. Allí... allí está Zoé.

LA JOVEN. ¿dónde?

ASPIRANTE. En esa caja.

LA JOVEN. Allí está el monje.

ASPIRANTE. ¿allí? No. (abre la caja: está vacía) Bueno... (Ríe forzadamente) Ahora no hay nadie, Está vacía.

LA JOVEN. ¿Qué hace usted? ¿Trabaja?

ASPIRANTE. Sí, trabajo.

LA JOVEN. (Jovial) ¿No quiere aprender a nadar?

ASPIRANTE. Ya sé nadar. aprendí en el seminario.

LA JOVEN. ¿Católico?

ASPIRANTE. Sí.

LA JOVEN. Qué curioso.

ASPIRANTE. ¿Qué?

LA JOVEN. Pensaba yo...

ASPIRANTE. ¿qué?

LA JOVEN. NO, nada. (Pausa. Se ven) Yo nunca he trabajado en esto.
¿Usted si?

ASPIRANTE. Sí, desde hace algún tiempo.

LA JOVEN. Ha de ser difícil llegar a vender.

ASPIRANTE. Un poco, a mí me enseñó un amigo.

LA JOVEN. Yo tendré que aprender sola.

ASPIRANTE. Puedo acompañarla, si quiere.

LA JOVEN. ¿De veras? (entra la jefe de ventas)

LA JEFE. Aquí están los contratos, listos para que los firme usted. Y con usted, creo que hemos terminado por hoy.

LA JOVEN. ¿Cuándo empezaré a trabajar?

LA JEFE. Cuando usted quiera. El contrato ya está listo.

ASPIRANTE. ¿Y yo?

LA JEFE. Necesita recibir las demás clases. (Sonríe, los ve) Pero puede acompañarla para que practique.

LA JOVEN. Sí, me gustaría que trabajara conmigo. En un principio al menos.

ASPIRANTE. A mí también. (SE ven. Sonríen)

LA JEFE. ¿Puede usted dedicarle su tiempo?

ASPIRANTE. Puedo.

LA JEFE. ¿Y quiere usted?

ASPIRANTE. (Ve a la joven) Sí, claro que quiero.

LA JEFE. Entonces, hay una pequeña formalidad. Firme aquí, en esta cláusula.

ASPIRANTE. (Firma) Pero... era el contrato de ella.

LA JEFE. Naturalmente. Ahora quedan pequeñas formalidades que arreglar.
cuestiones de fórmula. _esperen un momento por favor. (Sale)

LA JOVEN. Me alegra que trabaja conmigo. Soy tímida para tratar gente.

ASPIRANTE. Yo no. (Ve en derredor) Y las cajas ¿hay que llevarlas a los clientes?

LA JOVEN. NO me han explicado. Los libros pesan mucho.

ASPIRANTE. Sí, no creo que tampoco vayamos a llevarlos.

LA JOVEN. No me han dicho. Y no, no creo ¿Usted no ha visto más historias?

ASPIRANTE. No, no he visto.

LA JOVEN. Yo tampoco. Me gustaría saber si las otras también son historias de amor.

ASPIRANTE. ¿De amor?

LA JOVEN. Sí, como la historia del monje y Zoé.

ASPIRANTE. ES VERDAD. No se me había ocurrido que esa es una historia de amor. (Se ven. Ella baja la vista) ¿Su familia la deja trabajar?

LA JOVEN. No tengo familia.

ASPIRANTE. Yo tampoco.

LA JOVEN. ¿Y está solo?

ASPIRANTE. Sí, no me gusta estar solo.

LA JOVEN. Ni a mí. (El libro se abre por sí mismo y suena dentro de la caja una voz como grabada en disco).

VOZ. “Un placer era: la conversación. Otro placer era: el de la cama.
Otro placer era, y el más importante: el de la constante compañía... el de la constante compañía... el de la const... (El aspirante cierra el libro. La joven y él se dan la mano fuertemente y permanecen así)

ASPIRANTE. No me gusta este sitio.

LA JOVEN. Ni a mí. Quisiera mejor irme.

ASPIRANTE. Pero me va a gustar trabajar con usted.

LA JOVEN. A mí también.

ASPIRANTE. Ahora me parece como si nos conociéramos desde hace mucho.

LA JOVEN. A mí me gustaría conocerte desde hace mucho tiempo.

ASPIRANTE. No importa. Tenemos todo el tiempo por delante.

LA JOVEN. (Se sobresalta) Tú y yo no tenemos en común el mismo tiempo.

APIRANTE. No te entiendo.

LA JOVEN. Es verdad. No has visto la segunda lección. La lección de clientes.

ASPIRANTE. No la he visto. Preferiría que tú me la enseñaras. ¿Puedes?

LA JOVEN. Sí, sí puedo. (entra la jefe de ventas, agita una campana de barro)

LA JEFE. Todo está listo ya. ¿Van a compartir su tiempo?

EL ASPIRANTE. Sí.

LA JOVEN. Sí.

LA JEFE. Está bien. (Agita una campana y se descorre la cortina del fondo. Música. Aparece una alta escalinata. Una procesión con antorchas baja hasta llegar a ellos)

LA JEFE. Es nada más una pequeña formalidad. La primera figura de la procesión trae un manto blanco. La jefe se lo pone a la joven)

LA JEFE. Así está bien.

LA JOVEN. ¿Qué es esto?

LA JEFE. Un formalismo. Ahora usted. (La segunda figura de la procesión le da un hábito de monje. Se lo pone al aspirante)

LA JEFE. Es necesario así, pero así está bien. (Ellos se ven. La muchacha baja la vista. Él la contempla angustiosamente. La toma por las manos)

ASPIRANTE. ¿Crees que así está bien?

LA JOVEN. Sí, creo que así está bien. (Se abrazan llorando, se besan)

LA JEFE. (Agita furiosamente la campana) Naturalmente, naturalmente.
(Estrella la campana en el suelo. Música, campanas. Ellos permanecen abrazados. La procesión apaga las antorchas una a una, cubriéndolas con capuchones de plata. Se retira en silencio. La cortina del fondo se cierra. Se desvanece la música y las campanas. Entra el empleado corriendo)

LA JEFE. Aunque al monje lo hace el hábito desde el momento en se decide a usarlo. (ríen. Áspera) ¿Ya no tienes sentido del humor? (Ve a la pareja) Pues, ¡a su mundo! ¡Vamos! (Zoé y el monje permanecen abrazados. La jefe va a una de las cajas verticales)

LA JEFE. Ésta. (El empleado interrogante, señala la que está arriba, en el suelo) No, imbécil. Esa era sólo para ilustrar. (El empleado se dirige a la señalada. Desclava la tapa. La abre como un ropero) madera corriente, pero buena. (La suena) Tardará en pudrirse. Es lástima que a todos los seduzca solamente una historia. (Ve a la pareja) hermosos ¿eh? Guárdalos. (el empleado conduce al monje y a Zoé. Vuelve la música. Ellos entran. Una gran luz se enciende en el interior de la caja)

LA JEFE. Es lástima. ¿Nunca podremos conseguir agentes? (El empleado cierra la tapa trabajosamente. Con el último rayo de luz que cubre la tapa desaparece la última nota de música. El empleado clava. (Suena el timbre destemplado)

LA JEFE. Ve a abrir. Yo terminaré con esto. (El empleado sale por la derecha. La jefe toma de la caja abierta, un letrero. Lo clava en la otra tapa. Dice: Historia del monje y de la bella Zoé: Lo contempla satisfecha) (Entra el empleado precediendo a otro aspirante, negro, bien vestido, de pelo corto y mirada llameante, que trae un periódico doblado entre las manos) (El empleado sale corriendo)

EL OTRO ASPIRANTE. (Ve en torno) Buenos días.

LA JEFE. (Deja el martillo y responde, muy amable) Buenos días.


TELÓN

* Reproducida con permiso del autor.

 

INDICE

INTRODUCCIÓN
FUNDAMENTACIÓN
QUIÉN ES EMILIO CARBALLIDO
ENFOQUE HERMENÉUTICO DE LAS OBRAS DE EMILIO CARBALLIDO
CONCLUSIONES
BILBIOGRAFÍA