Introducción

Armando de Maria y Campos.
Legado de una pasión
(1897-1967)

Cómo se forja un hombre de teatro

Entre 1914 y 1967, Armando de Maria y Campos desplegó una intensa actividad creativa, periodística y de investigación. A lo largo de estos años se publicaron 81 volúmenes en los que plasmó su pensar y sentir sobre el México en que vivió desde los últimos años del movimiento armado de la Revolución mexicana, hasta la reconstrucción del país y la creación de instituciones políticas, culturales, artísticas y periodísticas vigentes aún hoy en día.

En esta amplia producción se incluyen libros de poesía, novelas, de tauromaquia, biografías, prólogos, ensayos y antologías, pero básicamente, crónicas teatrales en las que da cuenta del mundo de los espectáculos. El resultado entonces es una amplia bibliografía que recupera para la memoria del teatro capítulos que explican el estado del arte escénico actual. Luego de su fallecimiento en 1967, y gracias al empeño de su viuda Beatriz San Martín y después de sus hijas, Perla y Nácar de Maria y Campos, el registro de sus obras se ha elevado hasta 101 volúmenes, al que se seguirán sumando otros inéditos o reimpresiones.

Descubierta su pasión por los escenarios a edad temprana, encontró en el periodismo el vehículo para plasmar, no sólo la noticia en torno a los eventos que cubría, sino la reflexión crítica sobre éstos. Para ello fue de gran importancia su formación en el campo al abrigo de destacados políticos, intelectuales, artistas y periodistas que le proporcionaron las herramientas necesarias para desempeñar con éxito su profesión en los diversos ámbitos en los que incursionaba. Es probable, por ejemplo, que Porfirio Barba Jacob –director del periódico Churubusco en el que colaboró don Armando y que fue creado ex profeso para protestar por la invasión norteamericana de 1914– influyera en la escritura de sus libros de poesía, pues estudiosos del tema encuentran en ellos la pasión, la nostalgia y la melodía que caracterizó la obra del poeta colombiano.

Sin embargo, la primera y más sólida influencia en su formación habría de ser Julio Jiménez Rueda, director de El estudiante, órgano de los estudiantes católicos, en el que sus colaboraciones se sumaron a las de destacados autores como Pedro Enríquez Ureña, Luis González Obregón y Luis G. Urbina. En Jiménez Rueda, encontró al mentor que no sólo le revisaba sus notas periodísticas, sino al interlocutor ideal con quien compartir su mutuo interés por el teatro. También lo inició en el campo de la investigación con este principio básico: el investigador no es un simple repetidor, debe generar conocimiento y socializarlo, de lo contrario, el trabajo resulta estéril. También lo inoculó en el amor por la historia de México.

Fue éste el perfil que caracterizó a don Armando en torno a su obra: experiencia, conocimiento, método y ética. El primer elemento lo obtuvo de primera mano o escuchando a los testigos de los eventos; el segundo, a partir de lecturas y departir con sus mentores y colegas; el tercero requería la documentación y la conformación de archivos y fondos; y el cuarto era vital para conducirse por la vida con la frente en alto.

El vínculo con Jiménez Rueda se mantuvo a lo largo de los años. Gracias a esta relación, don Armando estuvo como docente en la Escuela de Arte Teatral (creada en 1917), donde el primero era director; y como inspector de cines cuando Jiménez Rueda se desempeñaba como secretario del Ayuntamiento de la Ciudad de México, presidido por Jorge Prieto Laurens.

En el terreno político fue de suma importancia su asociación con miembros del Partido Liberal y del Congreso Constituyente en 1916 –de cuyas colaboraciones surgió la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos– con los que convivió en el campo periodístico. Destaca Jesús Urueta, fundador de El liberal (1916), órgano informativo del Partido Liberal Constitucionalista; defensor de la corriente maderista que designó a Venustiano Carranza como su candidato presidencial; diputado de la XXVI Legislatura del Congreso de la Unión durante el gobierno de Francisco I. Madero; y jefe del despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores entre enero y junio de 1915.

Otro nombre digno de mención es el de Félix Fulgencio Palavicini, fundador del periódico El Universal el 1 de octubre de 1916 y miembro del Congreso Constituyente de Querétaro. Fue él quien, probablemente, asignó a Maria y Campos para cubrir las actividades de dicho Congreso, cuyas notas fueron publicadas en el diario El pueblo.

Otra influencia vital en su formación fue Juan Sánchez Azcona y Díaz Covarrubias, colaborador en El liberal, El Universal, Revista Azul y Revista Moderna, entre otras publicaciones; y fundador y director de México Nuevo, diario democrático, en el que don Armando se desempeñó como secretario de redacción en 1920. Ese mismo año realizó su primer viaje a Europa en calidad de secretario particular del político e intelectual, quien a su vez, había sido compañero de estudios de Francisco I. Madero y amigo muy cercano de Ignacio Manuel Altamirano.

Al igual que Jesús Urueta, fue diputado de la XXVI Legislatura del Congreso de la Unión, donde ambos se erigieron como defensores a ultranza del maderismo y de Venustiano Carranza. Entre sus hazañas diplomáticas estaba la de impedir que llegasen a Victoriano Huerta los empréstitos solicitados por éste a Francia e Inglaterra y transferirlos a los constitucionalistas. Cuando don Armando viajó con él en 1920, se desempeñaba como Secretario de Relaciones Exteriores del gobierno carrancista. Cruzar el Atlántico significó un parteaguas en la vida de Maria y Campos, pues se percató de la importancia de interrelacionar las manifestaciones artísticas de los diferentes países para entablar un diálogo con el arte –el teatro particularmente– mexicano.

Con el tiempo, logró hacerse de amistades y contactos oficiales que le remitían información y documentos sobre el teatro en sus países, dotándolo de los conocimientos necesarios para dar cuenta a sus lectores mexicanos sobre los antecedentes de las obras a representarse en nuestro país. Así logró conformar un archivo que despertaba la curiosidad y envidia de sus colegas. Colaboró, además, con periódicos como El día español y El correo de Italia dirigidos a las comunidades de estos países asentadas en México.

La inquietud de don Armando por conjuntar su pasión por el teatro y su vocación periodística se concretó en 1917 al asumir la jefatura de redacción de Mefistófeles, una de las primeras revistas de espectáculos en México. Fundada por el español José María Sánchez García, circuló hasta 1919, año en que nuestro redactor se desempeñó como director.

Lo hasta aquí expuesto pretende dilucidar el proceso formativo de Armando de Maria y Campos y explicar su trayectoria, particularmente en el teatro, campo nuclear de su producción. De espíritu renacentista, Maria y Campos incursionó en varios ámbitos de la vida cultural y artística:

          a) Literatura (poesía y novela)
          b) Teatro
          c) Historia
          d) Tauromaquia

Son éstos los ejes en que está organizada la exposición que se presenta, puesto que varias actividades las desempeñó simultáneamente. A ellos se agrega el rubro correspondiente a publicaciones póstumas, que ahora es posible conocer gracias al empeño y constancia de Beatriz San Martín, viuda de Armando de Maria y Campos, y de sus hijas, Perla y Nácar de Maria y Campos. Asimismo, se incluye una cronología que da cuenta de la vida y obra del periodista, crítico e investigador, con el objetivo de ubicar en contexto las diferentes actividades que realizó a lo largo de su vida intelectual.

Punto central de la exposición es su actividad teatral, en la que incursionó en prácticamente todos los campos: fue actor, traductor/adaptador, dramaturgo y empresario; creó y gestionó el proyecto Teatro del aire; también se desempeñó como cronista y crítico, así como investigador y funcionario público.

El objetivo de esta exposición, enmarcada en el 120º aniversario de su nacimiento y el 50º de su fallecimiento, es el de entretejer la vida y obra de Armando de Maria y Campos, reconstruir su trayectoria desdibujada en el tiempo, ubicarla en su contexto histórico, dimensionar sus aportaciones y recuperarlas para la memoria histórica y teatral de México.

Jovita Millán
Ciudad de México, agosto de 2017